Análisis de Haven – El amor puede con casi todo, pero no con un gameplay repetitivo

Me encantaría que la facilidad que tiene el videojuego para contar historias de violencia se trasladase a las de amor, frecuentemente relegadas a aparecer solo en ciertos géneros como la novela visual o a traducirse en mecánicas de subir puntos con una persona hasta que nos abra su corazón hacia el final de la partida. Rara vez tenemos la ocasión de disfrutar de lo que viene después, de la fase torpe de conocer realmente a la otra persona, de las intimidades recién descubiertas, de los hábitos que chocan al principio y el cóctel de emociones en que se transforman las primeras semanas. Lo nuevo de los creadores de Furi se centra casi exclusivamente en esta fase de la relación.

Haven es la historia de Yu y Kay, una pareja que huye de un sistema donde su amor es imposible. Un seísmo causa la destrucción casi total de su nave, el Nido, que ya estaba poco preparada para las inclemencias del espacio y que se había transformado en su nuevo hogar. Este accidente les fuerza a explorar el planeta desconocido al que han llegado en busca de provisiones y material con el que poder alzar de nuevo el vuelo.

El planeta en el que aterrizamos está dividido en islotes separados por «puentes de onda» que iremos explorando poco a poco en busca de recursos para el Nido, ya sea comida, componentes con las que reparar la nave u óxido, un extraño elemento que contamina el suelo y enfurece a las criaturas que quedan impregnadas por él. Aunque el objetivo principal es la reparación de la nave, la tarea a la que dedicaremos más tiempo es la limpieza de los islotes para transformarlos en lugares seguros, con alimentos comestibles y criaturas pacíficas pasando el rato a sus anchas.

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