Análisis de Forspoken – Un bonito envoltorio con un interior vacío

A veces nos obsesionamos demasiado con la parte más técnica los videojuegos. Obviamente, los avances tecnológicos en este campo van de la mano con el crecimiento del sector, y es importante que un juego sea atractivo visualmente para llamar la atención y despertar interés en una primera toma de contacto. El problema llega cuando los propios desarrolladores se obsesionan en ofrecer ese impacto, en usarlo como herramienta de venta, o incluso de marketing para hacer promoción de un motor o de una tarjeta gráfica, y se olvidan de lo realmente importante: que están haciendo un videojuego, que tienen que ofrecer contenido interesante para mantener al jugador entretenido y que, lo más importante, su obra tiene que ser divertida.

Hace tres años Square Enix presentó un título llamado Project Athia. Un juego que indudablemente lograba el propósito de llamar nuestra atención y despertar interés, provocando el mismo efecto que el olor a pan recién hecho. Confeccionado con una versión mejorada del Luminous Engine, el motor gráfico que ya nos dejó muestras de lo que era capaz con Final Fantasy XV, y que con su nueva versión nos dejaba con ansias de tener entre manos los sistemas de nueva generación. Meses más tarde, el proyecto se renombró al Forspoken que conocemos ahora, pero quedaba el interrogante de saber si la historia, el desarrollo y el combate acompañarían a un bonito envoltorio. Tras varios retrasos que nos han hecho arquear las cejas y provocado ciertas dudas, ya tenemos la respuesta. Y ya os adelantamos que no es exactamente la que nos gustaría.

Es posible que, inconscientemente, todos hayamos elevado un poco de más las expectativas con este proyecto, porque el binomio Square Enix y RPG suele ser sinónimo de calidad. Y Forspoken no es ni mucho menos un desastre, pero se queda a medias en absolutamente todos los puntos determinantes, convirtiéndose en un título olvidable. Probablemente en pocas semanas nadie se acuerde de él, porque la verdad es que no hay mucho que recordar. Lamentablemente, ya os digo que está lejos de convertirse en una obra de culto dentro de unos años como ocurrió con Nier; el juego de Yoko Taro tenía personalidad, pero aquí no hay condimentos que den sabor para aportar un cariz propio. No hay nada.

Leer más

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *