Análisis de Loop Hero – Reconstruyendo un mundo que no recuerda ni las llamas

En la industria del videojuego se lleva años arrastrando un problema fundamental: no pocas veces se confunde la satisfacción de sentirnos llenos, pero nunca saciados, con la sensación de no sentirnos nunca satisfechos del todo. Mientras que lo primero es esa profunda sensación de comunión con nuestro entorno, de que todo encaja y tiene un sentido, incluso si no lo entendemos, lo segundo es simplemente una obsesión compulsiva, la necesidad de volver una y otra vez, porque queda una tarea pendiente por hacer. En otras palabras, los grandes juegos se quedan con nosotros y nos hacen querer habitarlos, enganchándonos en el proceso, mientras que los juegos pensados para engancharnos se convierten en un ciclo constante de insatisfacción donde siempre hay algo nuevo que queremos conseguir más allá del hecho de estar jugando, quemándonos en el proceso. Los jugadores queremos juegos donde todo sea una perfecta comunión de elementos que nos haga suspirar un «venga, una partida más y lo dejo», pero la industria no para de ofrecernos el equivalente lúdico de una máquina tragaperras.

Loop Hero es un juego que no confunde este sentimiento de comunión con el juego con la mera sensación de hacer que el jugador no se sienta nunca satisfecho. Y por eso, el juego de Four Quarters es un auténtico prodigio del cual es difícil despegarse.

Para empezar, la mayor particularidad del juego es que nosotros nunca llegamos a controlar directamente al personaje protagonista. Cuando empezamos a jugar, él está en medio del vacío, en un circuito de tierra más o menos circular, donde no hay nada más que un puñado de slimes, una aldea y una eternidad de dar vueltas, si no le decimos nosotros de volver a la aldea o los slimes acaban condenándonos a una muerte prematura.

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