Slipstream, nostalgia y gatos

Cuando ya llevaba un tiempo jugando a Slipstream, me vino a la cabeza una publicación de Twitter en la que se contaba la historia de un avispado felino callejero. El gato en cuestión se aprovechaba de su sorprendente similitud física con otra mascota, esta sí casera, para imitar su comportamiento y recibir así “cosas piolas” de comer. La suplantación duró, claro, hasta el día en el que la familia se encontró, en la misma estancia, a ambos gatos. Nunca sabremos si urdieron una trama gatuna para obtener dichas “cosas piolas” por duplicado, pero lo que sí es cierto es que, por mucho que se parecieran, en última instancia no eran el mismo individuo.

Desarrollado por ansdor y publicado por BlitWorks, Slipstream es un juego de carreras con un intenso sabor retro tanto en lo audiovisual como en lo jugable. Tomando como referencia diversas influencias de los años noventa, una de sus principales inspiraciones estilísticas es, cómo no, Out Run. Así, la colocación de la cámara en las competiciones estará fijada de tal modo que resultará realmente familiar a todos aquellos que hayan desgastado sus zapatillas en los salones recreativos de toda la vida. Para el resto, esto significa que nuestro coche no ocupa un espacio tan preponderante en la pantalla, dejando que los protagonistas de la escena sean el horizonte y la sensación de velocidad que genera el ver pasar, a los lados y a toda velocidad, los distintos elementos del paisaje de cada circuito. Ahora bien, Slipstream también es un digno heredero de Initial D, por lo que introduce el drifting como un eje en sus mecánicas de conducción.

Si bien Slipstream mantiene, a todas luces, un claro espíritu arcade, este añadido en forma de imposibles derrapes en sus eternas curvas es el factor que lo diferencia de aquellos títulos que sólo nos pedían pisar a fondo el acelerador. Así, Slipstream nos exige cierta pericia a los mandos para exprimir a fondo sus vehículos y no hacer saltar por los aires nuestro bólido cada vez que las señales nos indiquen un giro en sentido contrario, y aunque hay un modo relajado en el que podremos limitarnos a quemar rueda y tirar de reflejos ante las curvas, la experiencia estándar está pensada para que añadamos a esa base la alternancia del freno y el acelerador y nuestro coche haga la magia del “KANSEI DORIFTO!?”.

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