Análisis de Boomerang X – ¿Se puede hacer un FPS competente con una sola arma?

Tal y como están las cosas, los amantes de los FPS pueden estar de enhorabuena. De un tiempo a esta parte, todas las ramas de la industria están presentando propuestas de calidad incuestionable. Da igual que nos refiramos al músculo de los triple A o al desparpajo del sector independiente, en todas las esquinas del cuadrilátero encontramos serios contendientes que hacen avanzar al género con cada nuevos videojuego que sale a pelear por el calificativo de FPS del año. Unos echan la mirada atrás para salir disparados hacia adelante y otros, como es el caso del título que nos ocupa hoy, encuentran una idea ganadora y la desarrollan hasta sus últimas consecuencias.

De qué otro modo se puede calificar, si no, a un juego que hace girar todas sus mecánicas sobre una única arma. Y no un arma cualquiera, no. Un boomerang mágico en forma de shuriken de cuatro puntas (o, mejor, en forma de «X») que manejaremos como un afilado spinner – sí, esos spinners – para acabar con nuestros misteriosos enemigos. Cómo llegamos a hacernos con él es materia de estudio porque, sin lugar a dudas, la comunicación entre Boomerang X y el jugador es una de las partes más interesantes del título; vemos una barca navegar, el inicio de una tormenta y pronto nos encontramos varados en la playa de una isla desierta sin más recursos que nuestras manos ni más remedio que dirigirnos hacia el interior para explorar. Pocos pasos daremos hasta que nos encontremos a nuestro fiel – y nunca bien ponderado – boomerang, el cual nos esperará erguido en un regio soporte. Quién lo puso ahí, de dónde ha salido y demás cuestiones quedan a la espera de, por ejemplo, una novelización de Boomerang X, porque en el juego no encontraremos más contexto que este que he desarrollado aquí. Y si esta faceta resulta interesante es por el exquisito uso que este título hace del lenguaje del medio, no por lo escueto del contexto. Salvo en momentos muy puntuales, Boomerang X prescinde de explicaciones y descripciones, confiando plenamente en su habilidad para transmitir la información de manera intuitiva.

Y vaya que si lo consigue. Más que nada porque, principalmente, se apoya en un apartado artístico magnífico. Vaya por delante que Boomerang X no está, como ya se percibía desde su anuncio, en la vanguardia de la técnica, pero sí destaca por su fantástico uso de los recursos visuales. Con un estilo realmente peculiar, su combinación de low-poly y una paleta dominada por colores planos que no conocen término medio entre lo estridente y lo apagado crea unos escenarios fascinantes y, por qué no decirlo, incluso algo cercanos al feísmo. Sobre ellos, además, se recortan a la perfección las criaturas que intentarán darnos caza a toda costa. Si los niveles de Boomerang X son una lisergia cromática, sus criaturas, por el contrario, van de un riguroso luto castellano solo exceptuado por un fino blanco que resaltará y perfilará sus siluetas e intensas marcas de color rojo que indicarán sus puntos débiles… en caso de tenerlos, claro. Un poco como una banda sonora que no siempre hará acto de presencia, pero en el momento de su aparición acentuará el ritmo rápido y preciso de los combates. Con unas piezas inspiradas en melodías tradicionales y otras que optan por un ritmo bullicioso, la música de Boomerang X no es sino uno más de los recursos al servicio de una acción que captará casi toda nuestra atención. Y lo mismo se puede decir de los efectos sonoros, una colección de refuerzos de las acciones desplegadas en pantalla que funcionan como un tiro (*haha*) y que, gracias a la perfecta integración de lo artístico con lo jugable, pasan casi desapercibidos.

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