Análisis de Ghostrunner – Ninjas, katanas y parkour a lo Mirror’s Edge se dan la mano en este heredero de la mejor tradición de Hotline Miami

Parece que fuese ayer, pero fue hace ya la friolera de ocho años cuando Hotline Miami pilló desprevenido con su lanzamiento a todo el mundo. El desarrollo independiente llevaba tiempo consolidándose, cierto, pero su fórmula gore, acelerada y que combinaba un acabado pixelado y lisérgico con una exquisita banda sonora, terminó por derribar cualquier duda que pudiese quedar con respecto a sus cualidades. Y no es para menos, porque en el ADN de Hotline Miami hay innumerables virtudes. De algunas de ellas he apuntado pequeñas pinceladas unas líneas más arriba, pero hay una que siempre me ha llamado poderosamente la atención: si sumamos la fragilidad de nuestro personaje al implacable ritmo que Hotline Miami imprimía a nuestras incursiones en clave de vigilantismo, el resultado es un gameplay brutal que premia la velocidad y la agresividad, pero que en no pocas ocasiones hace que demos con nuestros huesos en el suelo. Así, terminábamos pulsando «R» tras cada muerte de forma compulsiva, persiguiendo acabar con el reto que suponía ese nivel antes de que este acabase con nuestra paciencia.

Mucho de todo esto hay en Ghostrunner, claro, un videojuego que toma prestada esta fórmula, le suma unos cuantos elementos más que picotea de aquí y de allá y lo mezcla todo con unas cuantas ideas propias para crear lo que es, en esencia, un sólido título de acción en primera persona.

Desarrollado por One More Level, Ghostrunner nos pone en la piel de, lógicamente, uno de los escasos integrantes de los Ghostrunners, fuerza pacificadora de la ciudad-torre Dharma. Esta gigantesca infraestructura alberga los restos de una humanidad que se ha visto forzada a vivir alejada de una superficie terrestre arrasada tras un cataclismo del que pocos recuerdos quedan ya. Pero tantas ganas tiene Ghostrunner de que nos metamos en harina, que detalles como el coup que Mara – la déspota actual – asesta contra El Arquitecto – el artífice de la ciudad – o nuestra primera batalla contra Mara y la posterior caída en desgracia de nuestro protagonista se cuentan a través de una cinemática que tiene lugar incluso antes de empezar la partida. Será al comenzar nuestro ascenso por la descomunal metrópolis cuando, a través de conversaciones y registros escondidos a lo largo del mapeado, se irá desvelando una trama plagada de traiciones, perfidias, crujir de dientes y heroicidades cyberpunk. Una trama a la que, en honor a la verdad, cuesta seguir el ritmo entre tanto disparo, salto, muerte y entrechocar de aceros.

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