Análisis de The Last of Us: Part I – Pensado para nuevos jugadores y con poca novedad para los que vuelven

En los videojuegos, como en muchos otros medios, los remakes siempre son un tema espinoso. Los últimos años han visto multiplicarse al sector del público que está crecientemente hastiado ante el hecho de que las desarrolladoras mainstream parecen preferir, muchas veces, acogerse a la seguridad de sus franquicias y títulos conocidos en lugar de desarrollar ideas nuevas. Por otro lado, las nuevas ediciones de juegos clásicos o que no fueron particularmente exitosos en su momento, pero que han ganado seguimiento con el tiempo, permiten que las nuevas generaciones, nuevos jugadores y los públicos más amplios puedan acceder a ellos. Que los juegos sean ampliamente accesibles en distintas plataformas, y que se les añadan mejoras que los actualicen para quienes no saben que soplar es la mejor manera de arreglar un cartucho que no funciona o para los que simplemente no quieren pelearse con cámaras y mecánicas anticuadas no sólo enriquece el medio, en general, sino que respeta su historia y hace que los títulos que fueron importantes e icónicos en su momento puedan vivir a través de las nuevas generaciones.

He pasado las últimas semanas preguntándome cuál de estos dos tipos de remake es The Last of Us Parte 1.

Creo que a la hora de juzgar este tipo de reediciones, especialmente cuando se trata de títulos relativamente recientes – el The Last of Us original salió hace apenas una década, en el año 2013 – entra en factor un elemento puramente subjetivo: considerar como anticuados juegos que se lanzaron cuando ya éramos adultos pone en perspectiva el paso del tiempo en nuestra vida, y eso no siempre es algo sencillo de afrontar. Si el The Last of Us original era un juego fotorrealista, con modelos hechos a través de captura de movimiento y renderizado en HD, pensamos, entonces no puede ser un juego viejo. Los juegos viejos tienen píxeles pensados para televisiones de tubo, tienen gráficos 3D modelados a partir de polígonos, tienen controles de tanque o movimientos de cámara limitados; si el juego se juega, si el juego se ve, pensamos, como un juego de “ahora”, como un título moderno, entonces es imposible que esté desactualizado. Siento ir a hacer daño, pero si yo lo he pensado, vosotros también: los niños que acababan de aprender a leer cuando salió la versión de PlayStation 3 del título de Naughty Dog tienen ahora edad suficiente para ir a votar, y si es acceder a público nuevo o más joven lo que se busca, quizás tiene sentido comercial añadir mejoras visuales a un juego que, si bien todavía no ha cumplido diez años, estuvo pensado originalmente para consolas de hace dos generaciones.

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