Análisis de Touken Ranbu Warriors – ¿Puede un juego vivir solo del fanservice?

“No”. Ya sé lo que habéis pensado al leer la pregunta del titular: que no. “El fanservice es malo.” El fanservice es lo que pasa cuando le das a un niño un puñado de lápices de colorear y le das los mandos de tu saga favorita. El fanservice es sucio, es infantil, es esforzarte por complacer a un público, por naturaleza, imposible de complacer. Si una película es como un “fanfiction” es mala, poco inspirada; las escenas de fanservice son complacientes, cuando mejor, y burdos intentos de exprimir un poco de dinero de los seguidores con menos criterio, cuando peor. Hay quien incluso opina que el fanservice es inherentemente sexual, contenido para quienes quieren desesperadamente casarse con Hatsune Miku o duermen abrazados a almohadas gigantes de sus personajes favoritos. Vamos: que el fanservice está fatal. Que un juego cuyo punto central sea el fanservice, generalmente, lo querremos evitar. ¿No?

No tiraré la piedra y esconderé la mano: es enteramente posible que yo también haya pensado así en alguna ocasión. Pero, pensado en frío: ¿es realmente tan malo que un producto cultural tenga por objetivo principal satisfacer a quienes disfrutan de él?

A Touken Ranbu Warriors, al menos, le parece que no. A la inmensa mayoría del público occidental el nombre de esta saga no le sonará de nada, pero sí tiene cierta tradición en Japón. En estos títulos, los jugadores asumen el rol de un saniwa, una especie de sabio que viaja en el tiempo y trata de arreglar las alteraciones temporales en la historia de Japón que está creando un grupo de revisionistas históricos malvados. Para ello, utilizará un superpoder capaz de traer a legendarias espadas a la vida… en la forma de atractivos jovencitos dispuestos a seguir sus órdenes hasta las últimas consecuencias.

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