Primeras impresiones de Assassin’s Creed Mirage

La saga Assassin’s Creed siempre ha sido un gran ejemplo de versatilidad. La concepción de la primera entrega funcionó, pero el feedback del público hizo que se ampliara su espectro y se aportara más variedad en las siguientes entregas, aparte de cambios los cambios de ambientación que se volvieron habituales, especialmente cuando se dejó a un lado el marco de Ezio Auditore da Firenze (es obligatorio decir el nombre completo). Después llegaron las aventuras con un cariz más propio de un RPG, con enemigos capitalizados por niveles, una relativa libertad narrativa y un trillón de misiones para pasarnos horas y horas sumergidos en su mundo. Una fórmula que funcionó, pero que ha saturado antes debido a su exceso de ambición y contenido. Así que, en esas anda Ubisoft, en tratar de contentar a todo el mundo. Tanto a quienes se han subido al carro con el enfoque más reciente, como a aquellos más descontentos con el cambio que prefieren algo más similar al estilo original. Para todos, pero especialmente para estos últimos está dirigido Assassin’s Creed Mirage.

Hemos podido jugar unas 4 horas a la nueva entrega de la que probablemente sea la saga más consagrada de Ubisoft. Y, si queréis una respuesta corta y al pie, es bastante simple: es la quintaesencia de los Assassin’s Creed en estado puro. Parkour, exploración y sigilo son las bases sobre las que se va a sostener una aventura que también promete ser más contenida que las últimas iteraciones, pero en la que no nos van a faltar cosas por hacer. Personalmente, buscaba recuperar esas sensaciones. Ser alguien temido que se camufla entre la muchedumbre y que puede aprovechar cualquier momento para actuar y acabar con su presa, más que lanzarme a incontables refriegas en las que afrentar a un amplio número de enemigos a base de espadazos, hachazos y algún que otro poder mágico. Ahí, es donde entra en juego el componente que me ha resultado más satisfactorio en esta primera toma de contacto y que fue lo que me hizo enamorarme de la saga hace ya 17 años, que no es otro que el de ser un asesino letal y silencioso, haciendo de la hoja oculta un recurso útil a la par que carismático.

La sesión en la que hemos participado no ha sido continua desde el principio de la aventura, sino que hemos tenido acceso a tres sectores diferentes de la aventura. Dos de ellos ejercen más de puesta a punto. El primero, para ir conociendo a Basim, principal protagonista de la aventura y viejo conocido si habéis jugado a Assassin’s Creed Valhalla. Aunque hemos visto detalles narrativos interesantes (de hecho, la build a la que hemos tenido acceso ya contaba con el doblaje en español) no podemos hacer muchas valoraciones al respecto ni de su carisma ni de la importancia otros secundarios que le rodean, aunque aquí sí que nos han prometido diversidad y la presencia de múltiples religiones. Ya sabéis que el juego cuenta los orígenes de este interesante personaje en un entorno que nos llevará a la Bagdad del siglo IX. Lo más reseñable en tan poco tiempo es que tiene pesadillas recurrentes en las que se le aparece una suerte de demonio y, por lo que hemos visto, es un recurso que va a tener mucho peso a nivel argumental. El otro sector de “calentamiento” al que accedimos ejercía a modo de tutorial o entrenamiento para familiarizarnos con los controles; aunque si tenéis experiencia en la saga os sentiréis como en casa en pocos instantes.

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