Análisis de Forza Motorsport – Una carta de amor al arte de la automoción

Si Forza Motorsport, la nueva edición – ahora sin numerar – de la popular saga de juegos de conducción exclusivos de Microsoft, fuese un coche, sin duda sería uno de un fabricante alemán. Si piensas en BMW, Volkswagen o Mercedes-Benz, por poner algunos ejemplos, piensas en hitos de ingeniería, en la búsqueda de la precisión y la fiabilidad. En una forma muy analítica y fría de entender la automoción, no visto como algo negativo, sino como en una manera de explicar su extrema atención por el detalle. El juego de Turn 10 es exactamente así.

Esa inclinación a ser tremendamente metódico, tan propia de la mentalidad germana, es algo que el nuevo Forza Motorsport deja entrever en muchísimos detalles, pero quizás ninguno de forma tan evidente como una de las particularidades que tiene Builder’s Cup, su modo carrera. Su estructura es bastante tradicional, con varios torneos (de diversas temáticas y cubriendo coches de distintas clases y épocas) compuestos por cinco series cada uno, pero, a diferencia de la mayoría de juegos de conducción, aquí no se sigue la habitual secuencia de sesión de clasificación y carrera, sino que se realiza una sesión de práctica con tres vueltas y luego se participa en la propia competición. Lo hace así, dando la misma importancia a esas sesiones de práctica previas, porque este Forza Motorsport quiere, y hace de ello su ethos, que aprendas continuamente, que mejores de forma constante, que te conozcas cada curva al dedillo y que, en cierto modo, mantengas una especie de comunión muy personal con el coche que estás conduciendo.

¿Y cómo logra Forza Motorsport que te impliques de esa forma con tu coche? Haciéndolo tuyo con un sistema de niveles similar al de un RPG. Cada coche se puede subir hasta nivel cincuenta, a través de puntos de experiencia que ganamos en pista al realizar adelantamientos, superando marcas personales o realizando segmentos con buena trazada. La genialidad está en que cada nivel de experiencia va desbloqueando diferentes piezas, las cuales son tuyas para siempre y sin necesidad de gastar créditos para comprarlas (adiós, microtransacciones). Tu único límite a la hora de montarlas lo definen los puntos que suman cada una hasta alcanzar un límite máximo, y al aplicarse las mejoras se te impone un nuevo índice de rendimiento. Si quieres perder el tiempo editando y tuneando hasta el más mínimo detalle de la configuración de tu coche, puedes hacerlo. Si simplemente quieres correr en la pista, puedes apretar un botón y que el juego te genere la mejor configuración posible según las piezas y los puntos que tienes, o bien descargar una creada por la comunidad. El resultado es justo el que buscan los diseñadores: que carrera tras carrera vayas probando nuevas opciones y piezas en tu coche, que haya una simbiosis a medida que te vas adaptando a él y viceversa, y que la relación entre piloto y vehículo sea más íntima. Y lo consigue, por extraño que pueda parecer: tienes a tu disposición unos quinientos coches en total, pero tu prioridad no será conseguirlos todos, sino mejorar al máximo tus favoritos.

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