Análisis de Scorn – El enigma de la inexplicable belleza del horror biomecánico

En numerosas ocasiones he comentado que Alien es una de mis películas favoritas de todos los tiempos. No me resulta difícil pensar, principalmente por conocer al dedillo su posterior influencia, la impresión que produjo el estreno la cinta de Ridley Scott en el panorama cinematográfico. Lo que me cuesta más imaginar es el impacto que debió tener en el público en términos más personales, pese a haber escuchado algunas historias bastante ilustrativas contadas por mi tío, que fue el técnico de sonido de su doblaje al castellano. Gran parte de ello, claro, se debía a los espectaculares y originales diseños de H.R. Giger, totalmente opuestos a lo que solía ser habitual en la ciencia-ficción de la época. Me imagino a los atónitos espectadores horrorizados, pero también confusos, ante el magnético atractivo de un estilo visual que, bajo una pátina incómoda y desagradable, escondía también una inquietante belleza.

La influencia del artista suizo tampoco es ajena a los videojuegos. Puede apreciarse de forma directa en títulos como Dark Seed (Cyberdreams, 1992) y Jaseiken Necromancer (Hudson, 1988), en los que colaboró directamente, o en los numerosos juegos licenciados de la franquicia Alien, pero también de forma indirecta en otros como Tormentum: Dark Sorrow (OhNoo Studio, 2015), Alien Breed (Team17, 1991) o R-Type (Irem, 1987). Incluso Yoshio Sakamoto reconoció finalmente hace unos años, en una entrevista concedida a Retro Gamer, la sospechada, aunque nunca confirmada hasta entonces, inspiración en Giger para diversos elementos del clásico Super Metroid de SNES (Nintendo, 1994).

Ninguno, sin embargo, ha trasladado con tanto acierto las pesadillas biomecánicas de Giger (así como el imaginario del algo menos popular artista polaco Zdzisław Beksiński) como Scorn, la ópera prima de Ebb Software. En ella hay arquitectura imposible, una ambientación malsana, grandes cantidades de gore, pasillos claustrofóbicos, extraños artefactos compuestos de huesos y vísceras, artilugios propios de un cenobita, formas fálicas de no muy velada sexualidad, cadáveres grotescos y una temática general oscurísima. Todas las cosas que podrías encontrar en el Necronomicon que publicó la editorial Sphinx Verlag en 1977, vamos.

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