Casi un año y medio después de su presentación en el E3 2019 – por aquel entonces con el nombre clave de Project Scarlett – y acompañada también por una hermana pequeña para atraer a los bolsillos menos pudientes, la nueva generación de Microsoft ya está entre nosotros. Lo hace con una familia formada por dos consolas, Xbox Series X y Xbox Series S, una ambición renovada y con el gran aliciente del Xbox Game Pass detrás. Una filosofía que permea en el propio hardware, como hemos podido comprobar durante esta última semana, pero que demuestra unas ideas muy claras por parte del equipo que dirige Phil Spencer y unas lecciones muy bien aprendidas tras la titubeante trayectoria de Xbox One, una máquina lastrada en sus inicios por la mentalidad y visión de Don Mattrick. La nueva generación de Microsoft presenta, además, una sorprendente dualidad, mostrándose continuista y revolucionaria al mismo tiempo en no pocos apartados.
Tras sacar la nueva Xbox Series X de la caja – minipunto para Microsoft, por cierto, con un packaging muy trabajado – nos encontramos ante una máquina con un formato poco habitual. Lo habéis visto, y seguro que incluso habéis discutido en foros acerca de su aspecto, con dos posiciones claramente enfrentadas y que al final se reducen a algo muy simple: depende de las preferencias de cada uno. Todo cuanto puedo decir es que tras varios días cada vez me convence y me gusta más, y salvo la combinación de su color y material – que la convierten en un imán para las marcas de los dedos, por desgracia – luce estupendamente bien al lado de mi televisor (por forma, además, suele caber detrás del mismo, lo cual permite «esconderla» si lo deseas) y no es tan grande como aparente, con un tamaño muy razonable dados sus requisitos termodinámicos. Xbox Series S es, si cabe, todavía más sorprendente. Las fotografías y vídeos, de verdad, no hacen justicia a lo pequeña que es la consola, con un tamaño minúsculo que permite instalarla en cualquier rincón de nuestro hogar. Las líneas de diseño, en este caso, apuestan por la continuidad respecto a Xbox One S, variando principalmente en el color negro de la rejilla superior de ventilación, pero es igualmente un hardware precioso, con ese acabado mate y color blanco clínico. Series S, además, está incluso más pensado para el futuro digital de la distribución y las suscripciones Xbox Game Pass, al carecer del lector óptico que sí tiene su hermana mayor. La nueva familia de Xbox apuesta, por lo tanto, por un diseño más bien industrial, atractivo y sobrio pero siempre supeditado a las necesidades del hardware, especialmente en términos de refrigeración y ventilación.
En los próximos días publicaremos los artículos de Digital Foundry para ahondar más en todos los detalles técnicos, y ciertamente yo con este artículo he querido centrarme más en sensaciones e impresiones tras una semana de uso, pero a continuación viene la inevitable e imprescindible parrafada sobre especificaciones, teraflops, arquitecturas y demás. Xbox Series X y Xbox Series S comparten el mismo procesador principal, un SOC formado por una CPU con núcleos ocho núcleos Zen 2 de AMD y una GPU con arquitectura RDNA 2.0, memoria RAM GDDR6 y almacenamiento NVMe SSD PCIe de cuarta generación. La diferencia está en la potencia de estos componentes, pensada para dar dos targets de rendimiento distintos (12.15 Teraflops y 4K60 en la mayor, y 4 Teraflops y 1440p60 en la menor): mientras que en Series X se opta con una CPU a 3.8GHz, una GPU con 52 CUs a 1.825MHz, 16GB de RAM (10GB a 560GB/s y 6GB a 336GB/s) y 1TB de almacenamiento, en Series S se monta una CPU a 3.6GHZ, una GPU con 20 CUs a 1.565MHz, 10GB de RAM (8GB a 224GB/s y 2GB a 56GB/s) y 512GB de almacenamiento. Para traducir toda esta amalgama de datos a algo más comprensible, pensad – for the sake of argument, que dirían los ingleses – en dos PCs. Uno, por ejemplo, con un Ryzen 7, 32GB de RAM y una RTX 2080Ti, y otro con un Ryzen 5, 16GB de RAM y una GTX 2060. Los juegos, y a la postre la experiencia, en ambos son los mismos, tan solo variaría la calidad visual, resolución visual y frame-rate entre los dos sistemas. Con Xbox Series X/S Microsoft pretende algo parecido: mismos juegos, misma experiencia, pero con una Series X pensada para los televisores 4K y una Series S para televisores o monitores 1080p/1440p. En ambas máquinas la fidelidad gráfica en un principio debería ser la misma (el mismo preset de configuración, para que nos entendamos, aunque sospecho que habrá diferencias en este sentido) y ambas son capaces incluso de mostrar algunos títulos a 120FPS, como comentaremos más adelante.