Los juegos de sigilo son uno de mis géneros favoritos. Zascandilear por los escenarios metido en una caja, acoplar silenciadores a las armas de fuego o, en general, causar el caos sin que nadie intuya mi existencia son actividades que me resultan inmensamente divertidas cuando las ejecuto a la perfección… y cuando fallan estrepitosamente. Y es que el género de los pies ligeros y la eliminación silenciosa, además de seguir a rajatabla sus propias reglas, tiene bastante que ver con los juegos de puzles. Si dejamos al margen el hecho de que los rompecabezas no quieren acabar con nuestra vida – dentro del juego, me refiero -, la situación típica en ambos géneros es muy similar: un enigma, nuestros propios recursos y la solución. En vez de encontrarnos antiguos grabados difícilmente descifrables, el enigma suele consistir en zafarnos de la presencia de unos guardias, los recursos se reducen a nuestra habilidad y cualquier elemento que llevemos con nosotros y la solución será pasar por allí desapercibido. Y si hay alguien que ha resuelto todas y cada una de estas situaciones con Matrícula de Honor, ese es, sin duda, el Agente 47.
La Calva de Oro vuelve en este Hitman 3 para culminar la trilogía del «World Of Assassination» y cerrar así una historia llena de traiciones, engaños maquiavélicos, manipulaciones en las más altas instancias del poder y muchas otras insidias que IO Interactive nos ha preparado para esta entrega y a las que puede que no prestéis atención alguna porque, sencillamente, son un mero telón de fondo para lo que de verdad nos interesa: planificar y ejecutar nuestros asesinatos de la forma más divertida posible.
Pero también disfrutando del panorama, porque del mismo modo que Hitman 3 supone el colofón a una historia que se ha desarrollado a lo largo de tres títulos, esta última entrega pone de manifiesto que IO Interactive ha trabajado a fondo en la tecnología que soporta todo el entramado jugable. El Glacier Engine luce mejor que nunca, desplegando unos escenarios gigantescos (para nuestro regocijo) en los que la densidad de población es altísima (para nuestro sufrimiento) y que están llenos de posibilidades y detalles a partes iguales mientras su rendimiento se muestra sólido como una roca. Explorar las habitaciones del Castillo de Dartmoor o los gigantescos parajes del rascacielos de Dubai pone de manifiesto la cuidada e inteligentísima arquitectura detrás de unos niveles que, además, nos regalan la vista con una decoración y un diseño exquisitos. Y este internacional y multidisciplinar despliegue de medios no se limita a lo visual: una música sobria que, de forma dinámica, se acomodará a nuestras acciones en el terreno y un doblaje impecable de incontables personajes son el remate perfecto a un título que puede permitirse sacar músculo porque lleva años trabajando sobre unas bases comunes.