Análisis de Good Job!

Las comedias de situación con espacio de oficinas como escenario principal han dado para algunas de las obras más destacadas del género de los últimos años, ya que resulta especialmente adecuado para encontrar las grietas de nuestro sistema, desde la pretendida meritocracia que nunca ha existido hasta el culto a calentar la silla bajo la supervisión de los jefes. The IT Crowd o The Office muestran la oficina como un lugar al que vamos a malgastar nuestro tiempo de vida y nuestras energías; «No te olvides: estás aquí para siempre» indicaba Burns en una placa. Canalizando esa energía, pero pasando un poco de largo del mensaje más crítico, lo nuevo de Paladin Studios nos permite introducirnos en este espacio como agentes de destrucción.

Good Job! nos pone en el papel del hijo patán del CEO de una empresa. Tras años causando el caos a nuestro paso, tendremos que armarnos de valor para ascender por todos los sectores de la compañía solucionando problemas de diversa índole (proyectores que no funcionan, cadenas de montaje fallidas, muebles desordenados…) de las maneras que se nos ocurran, aunque no siempre sean las más ortodoxas ni desde luego las más baratas para la empresa.

Las oficinas se dividen en nueve plantas, cada una de ellas con una temática única: ocio, marketing, robótica, etc. A excepción de la última, todas se dividen en tres salas con puzles que se pueden completar en cualquier orden y una prueba de ascenso que solo se abre cuando hemos completado el resto, ya que recoge las mecánicas de toda la planta para crear una prueba de mayor complejidad.

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