Avance de Marvel’s Avengers

Cuando uno hace el ejercicio de repasar la pequeña pieza de apenas tres minutos con la que Square Enix daba carpetazo a su conferencia en el E3 del pasado año lo que más llama la atención son los chillidos de júbilo de los presentes, y el entusiasmo puro de un público que venía de presenciar el advenimiento de Final Fantasy VII Remake y aún así guardaba energías para perder los papeles nada más aparecer el logo de Marvel en la pantalla. Es el tipo de reacción que debería dar la medida de lo que significa esta franquicia en la actualidad, del potencial del material que Crystal Dynamics se trae entre manos, y de lo rematadamente difícil que era fallar aquí: la mitología marvelita, o más concretamente su universo cinematográfico, es la respuesta de la última década al agujero que nos ha dejado la Star Wars del fanservice y el copia pega, y por eso deja un sabor extraño que lo que vino después de esos gritos tuviera tan poco de ilusionante.

Dejando de lado el profundo trauma que implica ver a Iron Man sin la cara, el porte y la adorable prepotencia de Robert Downey Jr. en el papel para el que nació, lo que aquel montaje dejaba adivinar y lo que su pase a puerta cerrada unas pocas horas después parecía confirmar del todo era un juego blandito, timorato y carente de verdadera personalidad; un espectáculo pirotécnico que se conformaba con ser como los demás, y que salía a amarrar el partido más preocupado de hacer estallar muchas cosas que de minucias como el diseño de niveles o la profundidad de un sistema de combate que parecía agotado antes de nacer. Un pasillo muy caro, en definitiva, y por eso, porque todos lo sentimos como un mazazo, el fan del Capi que escribe estas líneas prefiere comenzarlas con un llamamiento a la calma: Marvel’s Avengers no está tan mal. Está bastante bien, de hecho. Jugando durante un buen montón de horas a una beta especialmente generosa en cuanto a contenido he vivido suficientes buenos momentos como para entender que todo esto solo era cierto a medias, y no dudo que otros fans lo disfrutarán a rabiar. Pero esto no quiere decir que el juego no tenga problemas.

El primero, y quizá el más grave en los tiempos que corren, es uno de comunicación, encapsulado de manera casi exclusiva en una secuencia inicial que en absoluto sabe vender sus virtudes. Hablo, claro, del A-Day, de la batalla por un Golden Gate hecho mistos y de esa alocada huida hacia delante que salta constantemente de un héroe a otro sin permitirnos arañar la superficie de sus verdaderas habilidades; un rosario casi literal que enlaza insulsas arenas delimitadas por un par de autobuses en llamas con secuencias de vuelo bastante pobres, y que culmina en un enfrentamiento contra Taskmaster que no pasará a la historia por su variedad mecánica. Quien mucho abarca poco aprieta, y aún entendiendo que de alguna manera hay que vender que tienes un montón de héroes diferentes en nómina, repartir su tiempo bajo los focos hasta hacerles pasar por mindundis que se limitan a enlazar ataques básicos y caminar hacia delante no parece la forma más inteligente de presentarte a la primera cena con tus suegros. La misión inaugural, por no andarnos con rodeos, es bastante mala, pero de nuevo tranquilidad. A partir de entonces todo va hacia arriba.

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