Age of Empires es una de las sagas más míticas del videojuego. Conocida dentro y fuera del medio, adorada y añorada por partes iguales, es una serie que nunca se ha ido del todo, incluso si ya han pasado quince años desde la publicación de la última entrega numerada. Sin embargo, gracias a la dedicación de su fandom, siempre ampliando los juegos, y a sus licenciatarios, sacando nuevas ediciones de los mismos, Age of Empires no se siente como una franquicia muerta. Y si bien aún tendremos que esperar para ver el Age of Empires IV de Relic, la verdad es que las primeras impresiones de Age of Empires III: Definitive Edition no podrían ser más positivas.
Publicado por primera vez en 2005, Age of Empires III supuso un potente revulsivo para la fórmula de una saga que ya parecía haber alcanzado su cenit con la segunda entrega. Añadiendo una mayor integración de todos los elementos del juego, la mayor novedad fue la metrópoli, una capital europea del imperio que, mientras nosotros realizamos escaramuzas en el Nuevo Mundo, nos ofrece envíos de recursos de toda clase para ayudarnos con nuestra partida. Consiguiendo diferentes mejoras según logremos experiencia y avancemos en las edades, su mayor particularidad es que, como en el resto del juego, nosotros elegimos las mejoras y, a diferencia del resto del juego y lo que era normal hasta entonces, los progresos en la metrópoli se van acumulando a lo largo de las partidas, dándonos una sensación de progreso mucho más consistente al extenderla no solo en nuestra adquisición de experiencia personal como jugadores, sino también, de forma más tangible, en la evolución de nuestra metrópolis.
En lo demás, Age of Empires III era, claramente, hijo de Age of Empires II. Representábamos a una civilización entre diferentes países europeos y, después, también asiáticos y americanos, en una época alrededor del siglo XVI, teniendo que ganar por conquista o por resolver ciertas misiones, haciendo uso de los recursos que recolectamos con aldeanos para crear unidades militares y mejoras de toda clase para edificios y tropas. Esto lo convirtió, como toda entrega anterior de la saga, en un juego de culto.