Un servidor tuvo la suerte de crecer durante la época dorada de los salones recreativos. Y eso significa que, por aquél entonces, mi infancia – y parte de mi adolescencia – estuvo rodeada de hachas doradas, jugadas imposibles en campos de fútbol eternos y, sobre todo, infinitas cantidades de hadoukens y shoryukens. No es objeto de este texto perderse en disquisiciones sobre qué luchador de Street Fighter es el mejor – Ryu -, sino que conviene detenerse en que su segunda parte rompió todos los moldes existentes y pavimentó el camino para un nuevo género: los juegos de lucha. Pronto aparecieron competidores y uno de los más llamativos fue, claro está, Mortal Kombat. Porque en los noventa no combatías, kombatías. Nunca fui muy fan de la saga hasta bien entrado el siglo XXI, puesto que su tosca jugabilidad hacía muy complicado entrar en unas entregas que, por lo demás, lo tenían todo para robarnos el corazón: gore, hostiones, ninjas, música pasadísima de rosca y robarle el corazón a la gente. Literalmente. Ah, pero sí hubo una rareza que se salió por la tangente y que intentó experimentar con una jugabilidad distinta: Mortal Kombat: Shaolin Monks. Con un desarrollo inspirado claramente en el beat ‘em up clásico y que, al mismo tiempo, exprime las posibilidades del scroll lateral y las 3D, las aventuras de Kung Lao y Liu Kang son un festival de kombates rápidos, furiosos y llenos de galletas repartidas al por mayor. Komo mandan los kánones. Pero claro, no habéis hecho todo este recorrido a través de la introducción solo porque el título de hoy y esa extraña entrega de Mortal Kombat compartan palabras en el título.
Y es que 9 Monkeys of Shaolin es un título que busca rejuvenecer un género que, admitámoslo, no se encuentra en el mejor de sus momentos: el beat ‘em up. Para ello, pone su mirada en un referente de las hostias, el cine de artes marciales, y, a partir de ahí, construye un entramado jugable centrado en dispensar tortazos de forma cada vez más espectacular. Tan claros tiene sus referentes que todos los resortes clásicos del cine de palos aparecerán de una manera u otra en la historia: el ataque de los villanos a una aldea inocente, la muerte del sensei y el posterior juramento de venganza por parte del protagonista, magia, redención, filosofía, espíritus, ninjas y monjes – shaolines y japoneses, ojo – tienen su lugar en una historia que aún se guardará algún que otro giro para hacer las cosas un poco más interesantes. Pero hasta tal punto llega el compromiso con los clichés que Wei Cheng, nuestro protagonista, es pescador, los invasores de su aldea son piratas y el sensei al que asesinan es su abuelo.
Algo un pelín menos socorrido, y más agradable para el jugador, es un apartado artístico que en varios aspectos luce muy por encima de lo que uno esperaría para un título tan modesto. Con un acabado gráfico que no hace grandes alardes pero que cumple perfectamente, 9 Monkeys of Shaolin se esmera en presentar una gran variedad de ambientes para sus niveles al mismo tiempo que nos lanza oleada tras oleada de enemigos fácilmente reconocibles y bien perfilados gracias a un diseño que bebe directamente del cartoon y emplea una paleta de colores muy agradable a la vista. Lo que facilita, además, transitar hacia unas cinemáticas estáticas hechas en un formato que mezcla cómic con dibujo tradicional oriental y que, aquí sí, emplean colores mucho más vibrantes y descarados. Como descarada es su banda sonora, que es un claro homenaje a todo el cine de artes marciales, con melodías y ritmos acelerados que recuerdan a las películas de hostias y que incluso llega a descolgarse con guitarras oscuras en momentos claves. No sorprenden tanto, sin embargo, unos efectos sonoros que se quedan en correctos y que se limitan a acompañar la infinita sinfonía de galletas que vamos a presenciar.