Volver a Outer Wilds después de dos años supone todo un choque: los controles de la nave se han evaporado de la memoria muscular, las particularidades de cada herramienta escapan a nuestro control y el reloj interno que era capaz de avisar del inminente fin del bucle temporal necesita cuerda. Me hizo falta casi una hora simplemente para terminar la misión inicial que da acceso a la zona nueva del DLC; de haber estado más avispado podría haber seguido la cadena de pistas en la mitad de tiempo. Al final los engranajes de mi cerebro volvieron a adaptarse a la manera de pensar del juego y conseguí alcanzar la zona nueva. La sobrecogedora transición encapsuló toda la experiencia del original en apenas un instante: la magia irrepetible de cada descubrimiento, el torrente de posibilidades con cada pequeño avance y, aunque relegada a un segundo plano, la frustración de un progreso que a veces se enquista más de lo que debería.
Echoes of the Eye es una expansión para Outer Wilds que se encaja dentro del mismo bucle temporal que el juego base. Una pequeña pista nos conduce de vuelta al Museo de Lumbre donde, tras esa pequeña búsqueda del tesoro que mencionaba arriba, nos abrimos camino hacia [Censurado]. Esta nueva localización se puede visitar en cualquier momento una vez desbloqueada, al igual que el resto de planetas de la galaxia. Su historia está autocontenida y puede jugarse sin problema como continuación de una partida ya completada de la campaña base, pero se integra de manera natural en la experiencia para quien inicie su viaje por primera vez.