Análisis de Rollerdrome – Disparos con estilo arcade

En el avance de Rollerdrome comentaba que el juego parecía una mezcla de las experiencias anteriores de Roll7 como el patinaje de OlliOlli y los disparos de Not a Hero. Tras jugar al título completo esta sensación no se ha disipado, pero sí se ha matizado; la propuesta reúne elementos de otros juegos pero sabe eliminar los elementos que aquí quedarían superfluos. No es una acumulación de elementos sin más, sino que ha sabido dirigir todo el gameplay hacia una experiencia puramente arcade.

Rollerdrome es el nombre del violento deporte que en el año 2030 arrasa en audiencias. La corporación Matterhorn organiza esta competición en la que unos patinadores se enfrentan a los “locales”, tipos armados con un arsenal que empieza en los bates y pasa por rifles de francotirador, lanzagranadas o pesados escudos. Su único objetivo es sacarnos de una competición en la que hay más intereses en juego de lo que podría aparentar, como comprobará la novata Kara Hassan en su primer año en el circuito.

Antes de empezar la partida parece que la historia del juego va a ser una excusa para ponernos a rodar… y termina siendo un poco así. Es una pena porque en unos pocos momentos nos deja explorar escenarios del juego en primera persona, como por ejemplo las taquillas de la competición o la sala de prensa. Estos tramos dejan entrever suficientes detalles del universo (los tejemanejes de la corporación Matterhorn, la relación entre los competidores) como para interesarnos en él, pero luego no hace gran cosa con ello. Entiendo que no era la prioridad de Roll7, pero tras asomarme al mundo del juego me he quedado con ganas de que se hubiera incidido más en este aspecto.

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