Tan consciente de su pasado como preocupado por dirigirse hacia el futuro, Contra: Operation Galuga revisita sus orígenes a paso firme.
Hay sagas cuya mención evoca una manera de entender los videojuegos. Puede que Konami no esté pasando el momento más dulce de su dilatada trayectoria, pero durante no pocos años auspició la creación de un elevado número de franquicias que han sido inscritas, con letras de oro, en la historia de los videojuegos. Sin hacer demasiada memoria, Castlevania, Silent Hill o Metal Gear son sagas que contienen múltiples títulos colosales y absolutos referentes en sus géneros. Y ni siquiera he tenido que entrar a valorar el inapelable juego de las Tortugas Ninja de la SNES. En cualquier caso, y para que este texto no descarrile de forma irremediable, Konami cuenta en su haber con otra de esas epopeyas videojueguiles con tantas entregas a sus espaldas como personalidad atesoran sus mecánicas. Estoy hablando, por si quedaba algún resquicio de duda, de Contra. De fuertes raíces arcade, es en las consolas -ya sean de sobremesa o portátiles- donde sus correosas ensaladas de tiros desarrollaron la mayoría de su carrera. Y aunque muchos han sido los enemigos que han caído ante el fuego de nuestras armas -y otro tanto se puede decir de los personajes que las han empuñado-, lo cierto es que, si reducimos Contra a la mínima expresión, nos encontraremos ante un duro, durísimo, run’n’gun repleto de tiros, bosses monstruosos, una jugabilidad a prueba de bombas y gente que dispara como si no hubiera un mañana.
Contra: Operation Galuga regresa a esa misma esencia mientras busca actualizar su fórmula en pos de apelar a nuevas audiencias.