Si algo se le ha valorado siempre a Nintendo es su maestría a la hora de trabajar los géneros puros. A fin de cuentas no es extraño porque hablamos de la compañía que inventó muchos de ellos, pero parte del precio de ese clasicismo son sus reservas a la hora de ir más allá: puede que Miyamoto sea uno de los pocos creadores en esta industria a los que nunca hayamos oído presumir de pushear ningún boundary, porque su receta siempre ha sido tener esos boundaries más que claros, hacerse fuerte allí dentro y seguir sacándoles jugo y vueltas de tuerca más de 20 Marios después. El hardware es otro cantar, pero a la hora de diseñar juegos Nintendo y zona de confort son sinónimos, y quizá por eso jugarlos se sienta como estar en casa. Incluso las incorporaciones más recientes a su exclusivo y casi inalterable catálogo de franquicias se ajustan a su manera a los géneros más canónicos: Splatoon es su reinterpretación del shooter multijugador, Arms es en esencia un juego de lucha uno contra uno, e incluso marcianadas como Ring Fit Adventure no pueden escapar de la influencia del JRPG más elemental. Y eso es lo que hace a Luigi ‘s Mansion especial.
Antes de que nadie proteste, lo obvio: sí, es evidente que Mikami y Resident Evil son una influencia troncal en la serie, y que en cierto modo las aventuras del timorato hermano de Mario perdido en una mansión encantada son al survival horror lo que Splatoon es a Quake: una versión colorida y para todos los públicos de un género incompatible con el enfoque familiar de Nintendo que sin embargo plantea, en lo mecánico, demasiados hallazgos como para que la compañía de Kioto pudiera resistirse a probar suerte. Como digo esto es más que evidente y ya se ha escrito demasiado al respecto como para aportar demasiado al debate, pero creo que hay un factor que solemos olvidar aquí: Luigi’s Mansion es un survival horror, sí, pero no es en absoluto un juego de género puro, porque su fuerza, su carácter y su interés están precisamente en el mestizaje. En la mezcla. En la combinación, con aspiradoras y a lo loco, de tres pilares fundamentales.
Los dos primeros ya estaban aquí desde el original de Gamecube, y por eso creo que no tiene mucho sentido detenerse demasiado: el survival horror es la mansión, ese laberinto de llaves y puertas tan amenazante en lo estético como enrevesado en lo estructural, y el slapstick es Luigi. Y de ahí que el juego, que la saga, sean una rara avis que sobre el papel no debería volar, porque Resident Evil basaba su encanto en ser incómodo, desagradable y cabrón, y Luigi ‘s Mansion es una comedia. Es un tono de chufla constante que como digo se centra en todo momento en nuestro protagonista, un tipo superado por las circunstancias y extremadamente patoso que en esta segunda entrega se ve envuelto en un enredo que a todas luces le viene grande: recuperar los fragmentos lunares que el Rey Boo ha hecho añicos con su corona. El argumento no va mucho más allá, ni falta que hace. De hecho diría que su simplicidad es un punto a favor, por lo que tiene de desenfado y porque tiene su cierta coña que los acontecimientos en sí parezcan traerle sin cuidado al propio Luigi, poco más que un mandao que se limita a cumplir a regañadientes los encargos cada vez más estrafalarios del Profesor Fesor y a intentar no hacerse caquita por el camino. Luigi no es un héroe, ni tampoco un superviviente: es un pringao, y por eso resulta tan fácil sentirse identificado.