A la hora de hacer un juego destacable, que sea recordado pasado el impacto inicial, lo mejor es apostar por una idea y hacer que todo gire alrededor de ella. Todos nuestros recursos y todos nuestros esfuerzos deben dirigirse a pulir y dar esplendor a esa idea, a resaltarla y darle forma. Si lo hacemos, es mucho más fácil conseguir un juego que se sienta cuidado, que tenga algo especial. Pero también es fácil que alienemos a gran parte de nuestro público, haciendo un juego de nicho y arriesgando la viabilidad comercial. Sin embargo, es un riesgo que debemos asumir si decidimos seguir este camino bien transitado y muy conocido desde hace muchos años. A fin de cuentas, no estaremos aspirando a hacer un producto de consumo, sino una obra de arte.
Kunitsu-Gami es un juego sobre el folklore japonés. Cada detalle, por nimio que parezca, está filtrado por la experiencia del mismo; si algo no sirve para expresar las formas de pensamiento y vida del Japón antiguo, el juego las deshecha o le dedica los mínimos recursos posibles. Si son imprescindibles para el buen funcionamiento del juego, busca la manera de enraizarlas con este tema. Todo en Kunitsu-Gami transpira antigüedad; cada aspecto del juego habla de la cultura japonesa antigua, sus cultos religiosos y cómo dan forma al mundo. Y es absolutamente imposible hacer ninguna clase de análisis serio del mismo sin tener siempre en mente esto: esta idea atraviesa hasta el más mínimo detalle de Kunitsu-Gami.
También lo es en su premisa. Debido a una serie de circunstancias, la corrupción se ha propagado por el mítico Monte Kafuku. Nuestro deber como Soh es proteger a Yoshiro, una sacerdotisa capaz de limpiar la corrupción y exorcizar a los demonios que la traen consigo. Para eso tendremos tanto que avanzar luchando contra estos mismos demonios como purificar las aldeas que atravesemos y recomponerlas después. Esta es la base esencial del juego y a partir de la cual consiguen hilvanar una serie de conceptos que rara vez hemos visto juntos.