Avance de El Escudero Valiente

The Plucky Squire, traducido al castellano como “El Escudero Valiente”, parece un cuento para niños de cuatro años porque es literalmente eso: un cuento para niños de cuatro años. Es una aventura ligera, colorida y abiertamente infantil, y por los mismos motivos exactamente el tipo de material que ahuyentará de inmediato a un buen porcentaje del público. De ahí que la maniobra de traducirlo me parezca, irónicamente, un gesto de valentía.

Me explico. Es posible que “The Plucky Squire” tuviese cierto gancho, pero “El Escudero valiente” no suena ni agresivo, ni cañero, ni impactante,ni ninguna de esas cosas que supuestamente la gente quiere, y maridar ese look infantil y aparentemente orientado a los más pequeños con un título que lo confirma sonaba a suicidio comercial y a idea de bombero de manual. Ahora, tras haberlo jugado, me he dado cuenta de que tenía que llamarse así. Porque si, el escudero valiente es un juego para niños. Y no me refiero a uno de esos juegos para niños que en el fondo son para adultos porque hablan de la pérdida y de las fases del duelo. No. Me refiero a uno de esos juegos para niños en los que el doblador es el de Pocoyo. Si alguien tiene un problema con esto le aconsejo que abandone ahora por alguna de las salidas de emergencia que hay a los laterales.

El Escudero Valiente es para los demás. Para los que entienden que no hay nada vergonzoso en jugar a estas cosas con treinta o cuarenta años, para los que saben disfrutar del tipo de creatividad desbocada que encierran los cuentos infantiles, e insisto, para los niños. De hecho, durante buena parte de la preview me he limitado a ver jugar a mi hija, y no podéis imaginar el diámetro de sus ojos cuando le puse el mando en las manos y Jota, nuestro escudero valiente, comenzó a moverse por las páginas de papel como si el cuento tomara vida. Esa es la idea del millón, y el motor más elemental de un argumento que asusta de puro simple, pero que, como los cuentos infantiles realmente buenos, encierra una extraña maestría a la hora de narrar: es mucho más fácil transmitir emociones en una novela que con los cuatro renglones que puede entender un niño. Creedme, yo tengo dos, y me he leído unos cuantos de estos.

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