Análisis de Burnout Paradise Remastered

El videojuego es un medio tan centrado en su propio futuro que las remasterizaciones son unas de las pocas ocasiones en las que la actualidad nos fuerza a enfrentarnos al pasado del medio, aunque este sea relativamente cercano. Las dos generaciones que nos separan del juego del que hablamos hoy se traducen en una docena de años, pero desde entonces los cambios han sido tan profundos que se sienten como varias décadas; precisamente por ese motivo es tan interesante echar la vista atrás para comprobar qué lecciones de diseño nos hemos dejado por el camino.

Burnout Paradise Remastered es la versión completa y actualizada del juego de carreras en mundo abierto de Criterion, publicado originalmente en el año 2008. Diez años después se lanzaron las remasterizaciones para PC, PS4 y Xbox One, que incluían todos los packs de DLC que fue recibiendo el juego y diversas mejoras gráficas. Ahora se suma la versión para Nintendo Switch del clásico de la conducción: al tratarse de un port de una remasterización, os pido disculpas de antemano pero prefiero salirme un poco por la tangente hablando de temas en los que a los que he estado dando vueltas mientras jugaba, así que voy a empezar con las particularidades de esta versión.

El juego corre muy bien en Switch y se ve especialmente bien en la versión portátil, donde los 720p se traducen en una imagen nítida y definida. Para quien vaya a jugar en sobremesa probablemente tenga más sentido lanzarse a por el resto de versiones, que además tienen soporte para 4K en consolas mejoradas. El port a Switch tiene especial sentido fuera del dock: si hace doce años me hubiesen dicho que podría jugar a este título en una portátil con esta fidelidad gráfica, no me lo hubiese creído. Además, hasta donde he podido comprobar, el framerate no tiene caídas apreciables y se mueve a 60FPS en prácticamente todo momento.

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