Análisis de Baldur’s Gate 3 – Un milagro en forma de videojuego

Baldur’s Gate II es uno de los videojuegos que más impacto me causaron durante mi infancia. Que un juego pudiera ser tan grande, me ofreciera tantas posibilidades y me permitiera elegir quién quería ser y cómo actuar era algo que no podía concebir. No lo terminaba de entender. Por eso me lo pasé varias veces, y la obsesión me llevó a seguir jugando otros juegos de Black Isle. Terminé su expansión. La primera entrega. Los Icewind Dale. Planescape Torment. Más tarde Neverwinter Nights. Y probablemente también todo lo que hay entre medio que puedas señalar.

El romance no se puede decir que se acabara, pero sí que incluyó una nueva pareja cuando descubrí Deus Ex, uno de los juegos de mi vida y que me llevo a probar todo en lo que Warren Spector hubiera tenido algo que decir. Descubrir Thief. System Shock. Los Ultima Underworld. Descubrir que el rol antes de Baldur’s Gate era otra cosa, como Deus Ex, y que esa cosa era fascinante.

No voy a hacer aquí un alegato en favor de que todo tiempo pasado fue mejor; no cuando eso es mentira. Pero es importante tener en cuenta todo el contexto anterior al hablar de Baldur’s Gate 3 porque, para empezar, tiene un nombre por el cual rendir cuentas. No se llama Juego de Rol Nuevo 3. No se llama Divinity: Original Sin 3. Se llama Baldur’s Gate 3, y eso crea unas expectativas, pero también un origen del cual no puede deshacerse.

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