Análisis de Call of Duty: Modern Warfare III – Una entrega con decisiones cuestionables en todos sus frentes

A veces hay que echar la vista atrás para darse cuenta de cuánto han cambiado las cosas. Call of Duty lleva formando parte de mi vida desde que Infinity Ward quiso plantear una alternativa propia al, por aquél entonces, emperador de los FPS bélicos: Medal Of Honor. Y vaya si lo consiguió; su impactante – y divertida – mezcla de acción, momentos espectaculares y combate en múltiples frentes se vió aupada, además, por un contexto todavía favorable a las producciones ambientadas en la Segunda Guerra Mundial, en una época en la que la sombra de Salvar al Soldado Ryan todavía era muy alargada. Sin embargo, los FPS que aparecieron alrededor de principios del S. XXI bebieron tanto del pozo de aquella obra maestra de Spielberg – una de tantas – que, pronto, el género bélico comenzó a ansiar nuevas ideas.

La proverbial bocanada de aire fresco llegó, de forma sorprendente, de la mano de la propia Infinity Ward y aunque la cabecera recordaba tiempos no muy lejanos, el subtítulo no dejaba lugar a dudas: “Call of Duty 4: Modern Warfare”. El comienzo de las (des)venturas del Capitán Price y sus compinches trajo consigo, además, un cambio en el enfoque, teatro de operaciones y, por supuesto, armamento. Modern Warfare no abandona, en ningún momento, la grandilocuencia y espectacularidad propias de la saga, pero será esta entrega – con su pátina de torvo fotorrealismo y escenas inspiradas en conflictos contemporáneos – la que cimente el viraje hacia terrenos pretendidamente más serios. El broche de oro lo puso, claro, su multijugador, un correcalles adrenalínico que, como todos los grandes éxitos, apareció en el momento exacto con los recursos precisos para inscribir a Modern Warfare como uno de los títulos más influyentes de la historia.

Tanto que, en menos de dos décadas, Call of Duty ha pasado de ser aspirante a campeón para, posteriormente, acabar siendo su propia fuente de influencias. Y Call Of Duty: Modern Warfare III (2023) es la más reciente prueba de ello.

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