Análisis de Fight’N Rage

En mi infancia y adolescencia pasé mucho, muchísimo tiempo en los recreativos. Tantas horas dan para una cantidad ingente de recuerdos, y, entre todos ellos, hay uno que destaca por encima de la gran mayoría: la aparición del técnico de las máquinas. Bueno, quien dice «técnico», dice dueño o, para nosotros en aquel momento, DIOS, esa entidad olímpica poseía las llaves que abrían el pasaje a todos los secretos de nuestros juegos favoritos. Ante semejante autoridad divina, nos hacíamos a un lado, apoyábamos el naso sobre el lateral del mueble y observábamos anonadados como trasteaba con las entrañas de la bestia. A veces era un demiurgo impasible, cerrando el mueble tras su tarea y siguiendo a sus cosas demiurguísticas. Otras, las menos, nos dirigía una sonrisa cómplice y llenaba de créditos la recreativa, para alegría y regocijo de los presentes y, supongo, mayor reverencia a su mística figura. Con suerte, en un día habías visto las tripas de tu arcade, habían llovido partidas gratis y habías observado, con tus propios ojos, arcanas pantallas en las que números extraños hablaban de ROMs, RAMs, WORLD y comprobaciones desconocidas que debían de ser, como poco, la hostia de importantes. Poco menos que habías sentido en tus carnes la Santísima Trinidad de los Recreativos.

Imaginad por lo tanto mi cara cuando inicio Fight’N Rage y lo primero que veo es una pantalla en la que se está chequeando la RAM, la ROM y, acto seguido, me muestra que es la versión WORLD de este título. Manly tears, queridos lectores. Para no andarnos con rodeos, el juego de Sebastián García es toda una oda a los beat ´em ups de la vieja escuela. Como tampoco queremos que los lectores que sólo han visto una moneda de cinco duros en foto salgan corriendo, hay que decir que Fight’N Rage parece old school en la chapa y la pintura, pero cuando levantas el capó y miras bien de cerca, los sistemas que hacen que todo funcione están mucho más al día de lo que uno podría haber pensado con solo el primer vistazo.

Aunque ni que decir tiene que su historia, como casi todos los grandes clásicos a los que hace referencia, es una mera excusa para convertirnos en dispensadores de mantecados. Pero que no sea yo el que os deje sin contexto; la cosa es que en el universo post-apocalíptico de Fight´N Rage los mutantes esclavizan a los humanos bajo las órdenes del despótico Líder, y nuestra será la misión de derrocar su malvada tiranía a base de sangre, fuego y, por supuesto, hostias. Y ya está. No hace falta más. ¿Sabéis por qué? Porque las preguntas retóricas sin sentido en una crítica son odiosas, porque nunca se ha necesitado de mucho contexto en un videojuego para desatar el caos – preguntadle a Carmack si no – y porque las claves de este título residen en otros aspectos como son su carisma, su apartado artístico o su jugabilidad.

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