Análisis de Jetboard Joust – Una mezcla de arcade y roguelike que no termina de funcionar pese a su gran jugabilidad y puesta en escena

Aunque el videojuego es un arte que no tiene tantos años a sus espaldas como el cine o el cómic – y todos ellos palidecen frente a la ingente cantidad de siglos de desarrollo que acumulan la música, la pintura o la literatura – sí ha transcurrido el suficiente tiempo como para que hayan surgido géneros, modos y títulos que siempre estarán ligados a este medio. No en vano, aún hoy es el día en el que parte de nosotros, los videojuerguistas, de cuando en cuando llamamos a este medio «los marcianitos». Ahí se mezclan a partes iguales sorna, acidez y canas, pero, al mismo tiempo, se está reconociendo que no se entiende el videojuego – y el arcade – sin clásicos como Space Invaders o Galaga. Desde que esas recreativas generaron escasez de moneda de curso legal hasta ahora ha transcurrido mucho tiempo y el medio ha visto eclosionar, evolucionar y caer en el olvido a muchos géneros. Para que el exterminio sideral no sea uno de ellos, Jetboard Joust viene cabalgando los vientos cósmicos y aniquilando invasores espaciales sin piedad.

Siguiendo la estela de los grandes clásicos mencionados anteriormente, el argumento de Jetboard Joust cabe en una servilleta de bar doblada y aun así nos dejará espacio para apuntar los resultados de la quiniela. Los cinco planetas de una galaxia lejana han sido conquistados por un malvado ejército de malvados mutantes espaciales, los cuales han esclavizado a sus ciudadanos para crear todavía más malvados mutantes espaciales y seguir esquilmando sus recursos para continuar con sus, claro, malvados planes. Como no podía ser de otro modo, un campeón, un héroe de los oprimidos, surge entre tanta injusticia para enfrentarse a esta horda de malvados invasores y ese no es otro que Jetboy, quien montado en su planeador espacial irá eliminando a todo bicho que se ponga por delante hasta aniquilar a los – posiblemente – malvados jefazos que dominan cada planeta.

Tanta maldad espacial tiene evidente reflejo en un apartado artístico que se inspira en los sprites que invadieron los salones recreativos durante los años ochenta. No obstante, detalles como el desarrollo circular de sus niveles, la repetición de fondos, el espacio reservado al minimapa y una paleta de colores variable y aleatoria a lo largo de la aventura revelan su parentesco con títulos modernos. El resultado es una locura espacial en la que cabe absolutamente todo; insectos espaciales, peces voladores, Daleks siderales o mutantes armados que surcan los cielos a la caza de pobres ciudadanos indefensos serán unos pocos ejemplos de lo que la avalancha de pixeles alocados de Jetboard Joust nos guardará en la recámara, todo ello dibujado al estilo de Space Invaders y reservándose el gusto por el detalle para sus enormes jefes y las espectaculares explosiones de las que seremos causantes a base de fuego sostenido y embestidas con nuestra tabla. A ese crescendo constante de destrucción le acompañará, claro está, un despliegue de efectos que no se verá enmascarado por música alguna. Detonaciones, chillidos de auxilio, escopetazos y soniquetes de recompensa redondean un asalto sonoro constante que refuerza la sensación de urgencia y velocidad que se aprecia en el gameplay.

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