Análisis de Kirby y la Tierra Olvidada – No hay vuelta atrás: el Carby ha venido para quedarse

¿Puede a uno no gustarle Kirby? Entiendo perfectamente que a algunos jugadores pudiera aburrirles, o simplemente no interesarles, pero no llego a imaginarme una situación en la que alguien me dice, de forma totalmente seria, que le desagradan activamente los juegos de la bolita rosa. No creo que esto tenga que ver, del todo, con la innegable adorabilidad de la mascota de Nintendo, sino más bien con el hecho de que en la mayoría de los casos se trata de títulos pensados para evitar, en la medida de lo posible, la fricción con el jugador. Juegos en los que no frustrarnos, en los que sentimos que avanzamos, en los que casi nada es permanente y siempre podemos reintentarlo. Pequeños remansos de paz que responden a cualquiera de nuestros esfuerzos con premios y sorpresas y que se sienten, a veces, como el equivalente a dejarle un poco de espacio a un niño para que tenga la oportunidad de ganarnos en el juego. Títulos que no son difíciles, ni tampoco lo necesitan, porque su foco está en otro lado: en hacernos sentir bien y divertirnos sin hacernos sudar.

Precisamente por esto me resultó algo extraño que los primeros compases de Kirby y la Tierra Olvidada me desagradasen un poco. Nada trágico, nada dramático: niveles muy bonitos pero muy sencillos, en los que prácticamente todo está al alcance de nuestra mano y es imposible perderse. Entiendo ahora que este Kirby tiene una posición un poco extraña dentro de su franquicia: la de avanzarla hacia un lugar totalmente distinto, uno en el que abandonamos – la mayor parte del tiempo – su desplazamiento lateral característico para enfrentarnos a un mundo en 3D en el que el combate y las plataformas funcionan de manera diferente. Unos primeros tráilers que nos mostraban un juego que parecía, a priori, mucho más libre y abierto nos recibe con unos mundos iniciales que son notablemente lineales y donde las nuevas mecánicas no brillan particularmente. No obstante, si le damos un poco de paciencia, el título consigue despegarse de su propia tradición y a empezar a pensar de maneras distintas, a proponernos cosas nuevas, y a hacernos entender que este es el camino que ha decidido tomar a partir de ahora.

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