Pocas sagas han sabido reciclar elementos con tanta eficacia como Like a Dragon. En veinte años de saga el estudio Ryu Ga Gotoku ha creado una enorme biblioteca de recursos que ha ido creciendo hasta contar con siete localizaciones, decenas de minijuegos o centenares de personajes principales y secundarios de los que tirar cuando la ocasión lo requiere. Gracias a esto puede permitirse el lujo de lanzar una entrega de su saga al año sin descuidar la calidad y con una cantidad de actividades envidiable. Sí que es cierto que sus spin-off, los títulos que menos aportan a esa creciente biblioteca del estudio, pecan de ser más previsibles, como es el caso del juego que nos ocupa.