Análisis de Mr. Driller Drill Land

El trabajo no se define porque te paguen, sino porque alguien se beneficie económicamente de tu esfuerzo. Esto, que puede parecer obvio, no lo es tanto cuando vemos cuántas ofertas de trabajo hay ahí fuera donde se ofrece pagar con visibilidad, con la idea de que en el futuro podrás enseñar lo que has hecho y conseguir un trabajo mejor. Uno donde sí cobres. Uno de verdad. Con la salvedad de que, como es evidente, un trabajo es un trabajo, cobres poco, mucho o nada; porque lo que define al trabajo no es que edifique, sino que alguien se beneficia de esos esfuerzos. Y es importante identificar cuándo alguien saca dinero y cómo de nuestro tiempo.

Esto tiene mucho que ver con Mr. Driller Drill Land, un juego extraordinariamente mono y blandito, porque, de hecho, es un chiste recurrente entre los propios personajes. Viéndose de repente invitados a la inauguración del primer parque de atracciones edificado enteramente bajo tierra, se verán obligados a disfrutar de sus atracciones. ¿Por qué obligados? Porque todas consisten en excavar. Exactamente lo mismo que hacen para ganarse la vida.

Entre chistes sobre la diversión que puede suponer hacer tu trabajo también en tu tiempo libre y sobre si la acumulación de riquezas abstractas no será más una enfermedad mental que un comportamiento lógico se edifica el tono de este Mr. Driller Drill Land. Un tono dulce, amable, incisivo de un modo que es fácil pasar por alto. Porque el juego lo que quiere dejar claro es que lo importante es pasárselo bien y que aquí cualquier pretensión competitiva o épica no sólo es que esté fuera de lugar, sino que ni siquiera tiene sentido, algo que resulta bastante evidente cuando incluso los antagonistas del juego están en el parque de atracciones simplemente para trabajar, sin pretensión alguna de dañar a los protagonistas, solo porque necesitan el sueldo para comer.

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