Análisis de Narita Boy – Una épica aventura que va mucho más allá de ser un homenaje retro

Hace bien poco leía una fantástica reflexión de Grant Morrison que trataba sobre cómo nos asomamos los adultos a la ficción. A diferencia de los niños, cuando ya hemos visto pasar unas cuantas primaveras nuestra mente tiende a intentar encajar la ficción en las reglas que rigen nuestra cotidianeidad. Esto, por supuesto, es un problema por muchos y muy variados motivos, y por ello Morrison, de forma no demasiado velada, nos instaba a que dejásemos de preguntar quién se encargaba del mantenimiento del Batmóvil y nos dedicásemos, simple y llanamente, a disfrutar de la historia que se despliega ante nosotros. Y aunque estas reflexiones del inigualable guionista escocés tienen ya unos añitos, lo más llamativo de todo fue volver a toparme con esas líneas justo ahora. Justo cuando estaba jugando a un videojuego en el que muchos de sus diálogos mezclan sin rubor alguno misticismo, avance narrativo y jerga informática para darle todavía más empaque a una puesta en escena fantástica. ¿Tienen sentido? A mí que me registren, que soy de letras. ¿Funcionan? Como un tiro.

Pero no sólo de diálogos vive este Narita Boy, una obra firmada por el Studio Koba y distribuida por Team 17, en la que encarnaremos a, por supuesto, ¡NARITA BOY!, el héroe elegido para enfrentarse a HIM, el malvado hechicero que asola el Reino Digital junto a sus malvadas legiones de Stallions. Narita Boy, ¡el único ser capaz de blandir la Tecnoespada!, ¡el mesías del Tricroma! Y, bueno, también el pobre chaval que dormía plácidamente junto a su ordenador y, de buenas a primeras, se ve absorbido a ese Reino Digital por la pantalla que hace nada le robaba horas de sueño.

Nada más poner pie en ese maravilloso mundo de fantasía el apartado artístico de Narita Boy nos atrapa por completo. Dejando a un lado las múltiples – y muy bien insertadas – referencias a épocas pasadas, que resonarán de forma diferente en cada jugador, el pixel art de Narita Boy no merece otro calificativo que no sea el de exquisito. Parajes, personajes y animaciones están ejecutados a la perfección y el uso del color, el perfilado de los escenarios o el diseño de los enemigos son impecables, sin peros ni paliativos. Y tanto dará que detengamos nuestra atención en uno u otro lugar a la búsqueda del fallo, porque Narita Boy siempre tendrá preparado un enemigo nuevo, una animación que fluirá a la perfección o un escenario lleno de color. Y, afortunadamente, la cosa no se queda aquí; la simbiosis de lo visual con lo sonoro es perfecta, con unos efectos contundentes y una banda sonora que alcanza las mismas cotas que el despliegue pixelado. Sus pistas pasan, con una facilidad pasmosa, de ser la ambientación perfecta de un paraje desolado a ponernos en guardia y marcar el ritmo de los combates con unas composiciones synthwave fantásticas. La sorpresa final se la reserva algún que otro tema lleno de estribillos, sintetizadores y la cantidad justa de cheese ochentero que, no se me caen los anillos por admitirlo, tarareo de cuando en cuando.

Leer más…

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *