Análisis de Resident Evil: Resistance

Hay una figura repetida una y mil veces en la ficción que representa la maldad incipiente y que seguro que, en una u otra de sus encarnaciones, todos hemos visto: ese niño malvado, de inquietante figura, que colecciona insectos de forma aparentemente inocente de cara al exterior pero que, cuando ninguna mirada se posa sobre él, se dedica a experimentar con ellos, echándoles gasolina de un mechero para prenderles fuego, ahogándolos en agua o arrancándoles las alas para que sean pasto de los depredadores que pasen por ahí. Si les pillan, seguro que ponen una sonrisa angelical y dicen que están aprendiendo Conocimiento del Medio, los muy ladinos, pero la realidad es que los espectadores ya sabemos el proyecto que se está fraguando a largo plazo.

Y eso es precisamente lo que tenemos en nuestras manos hoy: un modo multijugador que acompaña a Resident Evil 3 Remake y que viene a ser una versión aumentada y con esteroides de lo que os he comentado en el párrafo anterior.

Para poner un poco de contexto, lo que sucede en este Resistance es que Umbrella, como buena corporación maléfica que es, se está dedicando a secuestrar a jóvenes y, por si fuera poco, someterlos a una serie de experimentos para determinar la eficacia de sus armas biológicas. Como Umbrella, encima, es mala de vodevil, los experimentos no son una serie de aburridas pruebas en laboratorio con señores con bata, no; las pruebas consistirán en soltar a los pobres muchachos en unos entornos controlados donde deberán resolver puzles, enfrentarse a las B.O.W. desarrolladas por la compañía, emplear equipamiento y otras felices ocurrencias que les harán sentirse como ratas de laboratorio que andan erguidas. Si cumplen los objetivos a tiempo, felicidades, podrán salir de las instalaciones y ser libres. Si no, fallecerán espantosamente. Mientras, sufrirán la inquisitiva vigilancia e intervención del supervisor de las instalaciones de la corporación, quien se dedicará, desde el centro de control del circuito cerrado de las cámaras, a manipular cualquier elemento susceptible de ser toqueteado y a mandar a todo bicho viviente en la dirección de los pobres chavales.

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