Análisis de Shenmue 3

Es posible que, en todo el tiempo que llevo escribiendo en Eurogamer, nunca haya escrito un análisis con tanta diferencia temporal entre el lanzamiento del juego y la publicación de este. Soy plenamente consciente de que, con el ritmo actual del periodismo y el contenido online, este texto es prácticamente anacrónico; de forma accidentalmente poética, el juego del que trata también está como fuera del tiempo, y cuando lo tenemos en las manos parece un accidente, una perturbación en el tejido del espacio-tiempo que proviene de una línea temporal extraña.

Es posible, también, que sea más sencillo que todo esto: que Shenmue III no exista por ningún tipo de alineación cósmica, sino porque había una gran cantidad de gente que lo quería y que lo esperaba. Si no fuese así, entiendo que el Kickstarter que Yu Suzuki lanzó allá por el año 2015 no habría superado el récord de donaciones de la plataforma en sólo nueve horas; si no fuese así, entiendo que Shenmue I y II, juegos tan encantadores como extraños, tan innovadores como toscos y obtusos, habrían caído en el olvido en las últimas dos décadas en lugar de reivindicarse constantemente.

Una secuela a una obra de culto siempre es peliaguda, pero una que llega casi veinte años tarde, financiada por el público, y manteniendo intacta su esencia y sus dinámicas, es un caso tan extraño que es muy difícil calificarla bajo los criterios habituales. Me cuesta mucho hablar de este juego en los mismos términos en los que hablo de Pokémon o de Death Stranding o de Fire Emblem o de Fallen Order, no exactamente porque Shenmue III fuese a salir mal parado por la comparación, sino porque tampoco me parece justo: si algo nos queda claro desde los primerísimos compases del juego – casi podríamos decir que desde el primer tráiler – es que es un juego conscientemente desfasado, uno que se autolimita conscientemente para emular el espíritu de los juegos originales. Lo podemos pensar así: de la misma manera en la que hay juegos actuales que abrazan determinados elementos de diseño o de estética que en su momento – los 80, los 90, o lo que sea – fueron propiciados por las limitaciones técnicas que hoy ya no existen, Shenmue III hace este ejercicio con los años 2000. Y uno de los motivos por los que el juego llama la atención, y causa un pelín de extrañeza, es que no estamos acostumbrados a la explotación de la nostalgia de esta década, que muchos todavía recordamos casi como si fuese el presente. Los 2000 son «retro» ahora, y es difícil hacerse a la idea como siempre suele serlo aceptar el paso del tiempo.

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