Análisis de Stray – Bonito, pero lejos de ser purrfecto

La cohesión es una parte importante de toda obra artística. Poco importa lo bonitos que sean los gráficos, lo espectacular que sea el diseño de arte, lo interesante que sea la narrativa o lo pulidas que estén las mecánicas si todas estas cosas no casan entre sí. En el peor de los casos, podríamos decir que incluso el marketing tiene algo que decir de esto; si nos decepcionamos cuando no se cumplen las expectativas de lo que nos han vendido es, precisamente, porque la obra aparenta estar falta de cohesión. Y cuando sentimos que algo está fuera de lugar, sea cierto o no, no podemos empatizar como desearíamos con aquello que tenemos delante.

Stray es un juego que a veces parece no entender que la cohesión es una parte importante de todo videojuego. Y es que, aunque en el vacío sus defectos pueden parecer menores, en cuanto empiezan a apilarse es fácil ver que sus problemas son mucho mayores que la mera suma de sus partes.

Empezando por el principio, Stray es un juego desarrollado por BlueTwelve Studio donde encarnamos a un gato que, en una expedición en busca de su comida junto con su colonia, acaba extraviado y encontrándose en mitad de una ciudad cyberpunk. Allí conocerá al robot B-12, el cual ejercerá el papel de compañero, guía y traductor, siendo el ancla para las partes donde la historia del juego cobra mayor importancia. De ese modo, el juego combina partes de exploración, plataformas y descubrir lo que ha ocurrido en esta ciudad olvidada bajo tierra donde parece que hace siglos que nada va como debería, buscando darle un tono de aventuras al conjunto.

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