Análisis de The Chant – Folk, horror y acción mezclados con éxito desigual

Los géneros de las producciones artísticas, al igual que las recetas culinarias, tienden a complicarse conforme introducimos más elementos en la fórmula. La base de un shooter, como la de una buena tarta, no se compone de demasiados elementos… si reducimos todo a la mínima expresión, claro. Un personaje, un escenario, espolvoreamos una pizca de armas y otra de enemigos y ya tenemos todos los elementos indispensables. Ahora bien, si lo que queremos es un looter-shooter de ciencia-ficción con niveles ambientados en los distintos anillos de Saturno, queda claro que sobre nuestra sencilla base tendremos que colocar unos elementos algo más trabajados. Queda claro, pues, que una mayor complejidad en nuestra propuesta exigirá que se preste un alto nivel de atención a los elementos circundantes al núcleo – y tanto dará que nos refiramos al jugable, al diseño o a ambos – que soportará el entramado de nuestra obra.

Así que, siguiendo esta lógica, la historia de horror psicológico con pinceladas de folk y reminiscente del cine de terror de los setenta que The Chant nos propone debería de estar rodeada de mecánicas y detalles de altísima escuela, ¿no? Bueno, de eso va ese análisis.

Tan lejos de mi entorno estaba yo haciendo analogías sobre asuntos de fogones en la introducción a este texto como nuestra querida protagonista, Jess, lo está en el retiro espiritual al que se ve abocada desde los primeros compases de The Chant. En cualquier caso, Jess acude, a regañadientes, a la isla que lo alberga para ver si es capaz de recuperar, por un lado, su estabilidad mental y, por otro, su maltrecha amistad con Kim, una de sus mejores amigas de toda la vida de la cual se ha visto distanciada. Del endeble estado de la primera recibimos pistas nada más comenzar el juego, puesto que veremos como a Jess le asaltan visiones de un cadáver flotando en el agua mientras sale a correr. Y que el pésimo estado de su amistad con Kim está ligado, íntimamente, a esas visiones es algo que la propia trama nos irá dejando ver de forma paulatina. No obstante, Kim es capaz de convencer a Jess de que lo mejor para su situación es refugiarse del mundanal ruido en una isla cuyo continente es paradisíaco pero su contenido proyecta multitud de sombras: una comuna amiga del consumo de los psicotrópicos, un líder, Tyler, de charlesmansonesca estampa y rituales que tontean con fuerzas del más allá. Malas vibras, bro.

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