Análisis de Zombie Army 4: Dead War

Laos, 1970. El Coronel Furia observa, mientras huye del cautiverio del Vietcong en una operación encubierta que ha salido espectacularmente mal, como el Capitán Castle abate enemigo tras enemigo con su fusil de francotirador. Dispara. Un soldado cae de rodillas sobre la hierba. El cerrojo se abre y salta un casquillo humeante. Castle vuelve a cerrarlo mientras elige a su próximo objetivo. Apunta a través de su mira telescópica. Otro disparo. Otra baja. Furia, fascinado por la escena, recuerda como un joven tirador de élite le dijo que en mitad del caos del campo de batalla, ese ritmo constante del cerrojo – arriba y atrás, adelante y abajo – le devolvía el control sobre su existencia. Frank Castle, en ese instante, estaba haciendo que su mundo fuera el sitio más disciplinado del planeta.

Pero si hablamos de campos de batalla caóticos necesitados de disciplina a base de potencia de fuego, el de Zombie Army 4: Dead War probablemente se lleve la palma. En esta ambientación distópica, Adolf Hitler, ante la inminente derrota frente a los aliados, activa el «Plan-Z», que consiste en ayudarse de arcanas e infernales energías para resucitar en forma de zombis a todos los nazis caídos en combate hasta el momento. Porque como el mundo no tuvo suficiente con la primera oleada de esvásticas, pues ahora libera una segunda pero con ayuda del Príncipe de las Tinieblas. Zombie Army 4 retoma la trama allí donde la dejó la trilogía original y, para no desvelar ninguna sorpresa, digamos que nuestra misión nos llevará por Italia y Croacia para acabar con la amenaza zombi-nazi de una vez por todas, a base de volar almendras con la ayuda de nuestros rifles de precisión, nuestra puntería y un pulso de cirujano.

Como no puede ser de otro modo, lo primero que llama la atención de Zombie Army 4 es su apartado artístico. El título de Rebellion no es un mastodonte gráfico, pero, por el contrario y precisamente por esto, se mueve con muchísima fluidez y es un juego con un frame-rate muy estable, e incluso nos dará la opción de desbloquearlo para que obtener más velocidad de refresco a expensas de cierta estabilidad en las situaciones con una densidad de población digna de mención. Como lo es también el diseño de los escenarios, con unos niveles que, aunque se desarrollan de forma eminentemente lineal, cuentan con un sinfín de recovecos y lugares donde meter la nariz e investigar para encontrarnos con multitud de detalles inquietantes, secretos, mejoras o, simplemente, una ambientación fantástica llena de lugares terroríficos e imaginería con más pentagramas, sangre y calaveras que la portada de un disco de Slayer. Aunque no será el cuarteto de thrash californiano el que sonará por los altavoces mientras nos dedicamos a limpiar de la faz de la tierra la amenaza nazi no-muerta. En este caso, la banda sonora se inclina hacia un sonido que recuerda más a los clásicos cinematográficos del terror, con un bajo pronunciadísimo y unos sintetizadores y acordes que redondean unos temas que acentúan esa sensación de estar protagonizando un clásico de género.

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