Uno de los movimientos más elementales de Mario Strikers es el regate. Se ejecuta de manera sencilla, sin florituras, obviando por completo ese segundo stick que en franquicias más serias (es un decir) sirve para ejecutar filigranas y sacar de quicio a los partidarios del fútbol coñazo. Es sencillo, directo y efectivo, como le corresponde a un título que tiene mucho más de fiesta que de deporte. Un simple toque al bumper derecho hace que el jugador pise la bola y se desplace de manera eléctrica en dirección perpendicular, más que suficiente para sortear las entrada sencillas y continuar la carrera en dirección a la meta, pero atención: si ejecutamos el movimiento en el momento exacto, justo antes de contactar con el defensor, el tiempo se ralentiza durante una fracción de segundo, o lo que en un juego tan acelerado como este equivale a una vida entera. Efectivamente: Mario Strikers ahora tiene tiempo bruja. Estamos salvados.
Hablo de memoria, pero juraría que la última vez que vimos algo así fue en aquel torpe pero terriblemente disfrutón simulador de Oliver y Benji que Bandai Namco tuvo a bien acercar a nuestras fronteras hace un par de veranos. Y diría que la comparación no es casual: como aquel, Mario Strikers: Battle League Football es más un juego inspirado en el deporte que un juego deportivo, pero también como aquel su evidente espíritu despreocupado y burlón o su foco en la pirotecnia no le hacen renunciar a ponerse técnico de vez en cuando. Pero la consigna está clara: no dejar a nadie atrás, no permitir que uno solo de esos partidos no pueda jugarse porque papá no entiende bien los controles. Como Yoshi, como Kirby, como el propio Mario canónico, Mario Strikers funciona a través de capas, abriéndose a todos los públicos mediante un esquema de control basado en correr, acelerar, chutar y pasar la bola y haciendo de los artificios y las tácticas avanzadas un extra que muy raramente requiere de modificadores y demás monsergas. Así, a los acostumbrados pases cortos, pases bombeados y tiros cargados se le añaden por ejemplo unas versiones de calidad que de nuevo radican completamente en el timing, y pese a su efectividad se trata de herramientas que no son en absoluto necesarias para ganar. Mario Strikers, y ese es su primer acierto, es un juego para todos, y eso también incluye al jugador que viene de Fifa o de PES y necesita herramientas para expresarse.
Por eso bloques de construcción de jugadas tan elementales como el pase al hueco son ahora una realidad, y por eso el juego incluye también posibilidades como la cancelación de animaciones o la entrada combinada, quizá una de sus novedades estrella: evidentemente la estrategia defensiva más básica sigue siendo sacar los tacos a pasear y cargar con todo contra el contrincante que conduce el balón (de una manera sorprendentemente violenta para tratarse de un Mario, debo decir), pero si en lugar de hacerlo directamente cargamos contra un miembro de nuestro equipo cercano y la carambola resulta exitosa, el receptor obtendrá el control del balón y un chute de velocidad importante que puede acabar en gol. Hay aplicaciones ofensivas y defensivas de todo esto, y en general se aprecia una intención de aportar profundidad táctica y de control a lo que acaba siendo en la práctica, y esta es su cara y su cruz, el caótico correcalles que todos conocemos y amamos.