El día de año nuevo de 2020 asistí a una manifestación. Una amiga, una periodista croata que trabajaba en la sección de tecnología del The South China Morning Post, y yo, una visitante que estaba de paso, salimos de su apartamento a mediodía. Tras coger fuerzas comiendo un phở nos unimos a las miles de personas que abarrotaban las calles de Wanchai, en la isla central de Hong Kong.
Muchos de los manifestantes vestían de negro. Era un tema familiar para algunos de ellos, con tres generaciones asistiendo a la manifestación. En cantonés cantaban «Liberad Hong Kong, la revolución de nuestra era». Era un coro cantado por todos, pero especialmente vocal entre la gente joven. Algunos fueron creativos: en Nochebuena y el Día de Navidad cientos de ellos ocuparon los centros comerciales y las zonas con tiendas, muchos llevando en su cabeza cuernos de reno. En noviembre, los campus de las universidades se convirtieron en fortalezas donde los estudiantes utilizaban tablas y paraguas como bastiones.
Y esas manifestaciones se trasladaron también, en gran medida, al mundo digital.