Danganronpa: Decadence es una puerta de entrada perfecta a las visual novels

En la primera entrega de la saga de visual novels Higurashi no Naku Koro Ni, Onikakushi-hen (2002), la pantalla de inicio nos advierte de que estamos ante un juego muy difícil. Sorprendentemente, en todo el transcurso de la trama no habrá ni un sólo minijuego que ponga a prueba nuestra habilidad, ni un sólo puzzle explícito que resolver. En las alrededor de seis horas que dura el título, sólo pulsaremos un botón y avanzaremos entre el texto que la compone, pasando de una escena a otra, sin tomar siquiera ninguna decisión. Onikakushi-hen no es un juego difícil porque necesitemos mucha experiencia o mucha pericia a los mandos para llegar al final; es difícil porque es la primera parte de una historia compuesta de ocho entregas y con una trama profunda de la que se nos está, conscientemente, fragmentando y escondiendo gran parte de la información. Su dificultad no reside en llegar a ver los créditos, sino en comprender lo que está sucediendo, desentrañar el misterio que contiene.

Quizás la parte más difícil de introducir a las novelas visuales a alguien que no está familiarizado con ellas es explicar la manera en la que no son realmente juegos en los que haya que jugar. O más bien: la forma en la que la inmensa mayoría del juego sucede fuera de éste. El interpretar, el deducir, el especular o el hilar unos actos con otros para descubrir la verdad tienden a suceder no dentro, sino fuera de la pantalla; en la mayoría de ocasiones, son una parte tan importante del juego como el propio texto que hay delante de nuestros ojos. A pesar de que algunas de ellas son, simplemente, libros a los que se les ha puesto imágenes y música, la inmensa mayoría del género busca nuestra interacción explícita de una manera u otra; sólo que lo hacen en unos términos radicalmente diferentes al resto de videojuegos.

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