Análisis de Assassin’s Creed Mirage – Un regreso al pasado que abre la veda para el futuro

Han pasado casi ocho años desde que se publicó Assassin’s Creed Syndicate, considerado como el último juego de la vieja escuela dentro de la saga de Ubisoft. Tras él llegaron Origins, Odyssey y Valhalla, con un enfoque cercano al RPG, escenarios más abiertos y una cantidad ingente de contenido. Desde el principio, desde que se presentó esta nueva perspectiva, aparecieron voces discordantes que rechazaban estos cambios. Quizás más ruido que otra cosa, pero en Ubisoft actualmente quizás no se pueden permitir el lujo de apartar a su público, y han optado por la salomónica decisión de contentar a todos, alternando estilos de juego distintos. Assassin’s Creed Mirage es el primer paso en este nuevo camino, cuyo rumbo todavía es una incógnita, al menos hasta que se profundice más en esa plataforma llamada Assassin’s Creed Infinity. Pero mientras llega, toca hablar de este regreso al pasado. De una entrega que, de alguna forma, nos hace rememorar tiempos en los que recorríamos los rincones más históricos de Italia junto con Ezio o, quizás, los áridos entornos de Jerusalén y Damasco en las andanzas de Altaïr, con quien comenzó todo. Sin duda, ese es el mayor acierto de Mirage, su capacidad para retrotraernos a los orígenes de una de las franquicias más reconocidas en los últimos años.

Ese cariz melancólico es un arma de doble filo, puesto que la nostalgia puede nublar ligeramente la realidad. La primera toma de contacto con las aventuras de Basim resulta una bendición, puesto que nos devuelve todo aquello con lo que comenzamos a disfrutar hace ya diecisiete años: el parkour, el sigilo y una ambientación que quita el hipo como señas de identidad. Las bases que buena parte de la comunidad echaba de menos regresan con fuerza en los primeros compases, auspiciado por esa sensación de añoranza. Ese sentimiento de deseo cumplido hace que nos quedemos absortos durante los primeros tramos de la aventura, con Mirage logrando transmitir la emoción y adrenalina de infiltrarnos en lugares rodeados de gente, de aprovechar la multitud para acercarnos a nuestra presa, o de utilizar numerosas artimañas, como distracciones o trampas, para llevar a los enemigos a nuestro terreno y así limpiar el escenario para que resulte más sencillo cumplir los objetivos.

Son tareas de lo más variadas que evitan errores de antaño gracias a un planteamiento variado y al aprovechamiento de las virtudes de su protagonista encapuchado. Generalmente se basan en encontrar objetos o pistas para determinar quiénes se esconden tras las máscaras de los miembros de la Orden, un misterioso grupo que comanda Bagdad desde las sombras y al que Basim debe poner fin para demostrar que tiene la valía necesaria para formar parte de los Ocultos, otro grupo que, también desde las sombras, pretende tener el control a su manera. Si bien es verdad que tanto Basim como otros personajes importantes para la trama tienen carisma, a nivel narrativo no es el juego más elaborado de la saga y se le notan las costuras en una recta final contada de una forma un tanto atropellada y que, además, puede resultar un tanto previsible.

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