Análisis de Blue Fire – Una ambiciosa propuesta que intenta aunar a grandes clásicos pero que resulta fallida

En el mundo de los videojuegos es normal que los desarrolladores sigan los pasos de las obras que más les han marcado. Y en el desarrollo independiente, todavía más. Se suele decir que la imitación es la forma más sincera de la adulación – aunque hay interpretaciones muchísimo más bruscas de esta cita – y es por ello que hay muchas obras que intentan coger una fórmula, estudiarla y expandirla con nuevos enfoques. Pasar de las 3D a las 2D, añadir nuevas mecánicas o experimentar con la mezcla de géneros son recursos que pueden hacer que hasta la más apolillada de las propuestas vea reverdecer sus laureles. Pero también hay veces en las que la mezcla no termina de funcionar, por muy buenos que sean sus ingredientes por separado.

Desarrollado por ROBI Studios y distribuido por Graffiti Games, Blue Fire es un título que nos pone en la piel de un diminuto guerrero que vuelve a la consciencia en el castillo de Penumbra. Pronto descubrimos que – para variar en el género de las aventuras – el Caos se ha desatado en el Reino y somos nosotros – para variar otra vez – los elegidos para atarlo de nuevo por tener en nuestro interior la perfecta unión de fuego y oscuridad. Lamentablemente, tendremos que archivar el origen de nuestro poder en el apartado «Sus Caminos Son Inescrutables» y empuñar con decisión nuestras espadas porque nos aguardan los secretos de un castillo en el que la corrupción no es figurada sino palpable, con estancias llenas de peligros a esquivar, enemigos que vendrán a por nuestra cabeza y disformidad que nos dañará con sólo tocarla.

De ahí que, artísticamente, Blue Fire sea tan peculiar. Valiéndose de un agradable apartado gráfico low-poly que lo hermana con los Zelda más contemporáneos y de una paleta de colores pastel intencionalmente apagada, el apartado visual del juego consigue transmitir una sensación general de desolación, abandono y decaimiento. Es por eso que sus desoladas y gigantescas estructuras llenas de localizaciones en pleno proceso de derrumbe chocan, en muchas ocasiones, con el diseño de simpáticos y coloristas personajes o de criaturas más propias de aventuras más alegres. A estos problemas se suma una apabullante falta de detalle en las localizaciones, cuyos amplios muros rara vez encuentran más decoración que un puñado de interactuables que servirán a nuestra causa y que hacen que las limitaciones de las texturas sean aún más palpables. No obstante, en el apartado sonoro sí se puede señalar que la música raya a gran altura. Las melodías que acompañan a Blue Fire refuerzan la sensación de estar explorando salones largo tiempo abandonados o de luchar batallas épicas con monstruos realmente peligrosos.

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