
El videojuego independiente corre, en muchas ocasiones, unos riesgos que las grandes producciones no se atreven a asumir. Y es normal; la gran mayoría de las producciones multimillonarias suelen acudir a fórmulas de eficacia comprobada y el espacio en el que intentan introducir innovaciones y mejoras es en el que tienen cierto margen de maniobra: en el plano corto. Sin embargo, la creatividad desbocada, el lugar donde nos encontramos los experimentos más descacharrantes (algunas veces estrepitosamente fallidos, otras deliciosamente acertados) es en el desarrollo independiente. Es en ese ámbito donde en torno a una idea, por loca que sea, se puede articular un título entero y este puede ver la luz para asombro y deleite de todos los jugadores.
Porque cómo calificar si no a BPM: Bullets Per Minute, un shooter en primera persona que no se limita a quedarse en que nuestros cañones escupan múltiples andanadas de plomo a nuestros enemigos, sino que además nos pide que lo hagamos siguiendo a rajatabla el ritmo de su potentísima banda sonora dentro de las mazmorras de su Asgard procedural. En otras palabras, un FPS-Rhythm-Roguelike. Casi nada.
Pero si hay algo que no ocupa casi nada es su argumento. Nuestro papel será el de encarnar a una de las todopoderosas Valkyrias encargadas de defender a la todopoderosa Asgard de las hordas de Helheim. Y ya está. El día que haya una competición por ver que FPS tiene el argumento más poderosamente sucinto es probable que BPM se lleve el primer premio. Aunque ya nos va bien así, porque su refrescante brevedad e indeterminación da pie a que en esta Asgard se den la mano conceptos tan aparentemente lejanos como que las Valkyrias disparen rifles automáticos, nos persigan escorpiones gigantescos mientras comparten habitación con los siervos de Surtur o que un simpático cuervo de Odín tenga un sospechoso parecido con un chocobo.