Cuando se habla de revolución se habla de caos, de violencia e incluso de guerra. Pero en muchas ocasiones se deja de lado una de sus acepciones más puras: el cambio profundo. Las sociedades modernas tienden a olvidar, a veces de forma sospechosamente interesada, que sus raíces están fuertemente ancladas en un suelo que se hizo fértil a base de empuje revolucionario. Sin embargo, y como no todos los cambios ocurren de forma simultánea, algunos esfuerzos rebeldes – y sus posteriores desarrollos sociales – también han servido de ejemplo para avivar el espíritu de rebelión de otras sociedades que se encontraban, simple y llanamente, oprimidas. Puede que el estado, la nación y el pueblo de Yara no existan más allá de Far Cry 6 y el inconsciente videojuerguista colectivo, pero gran parte del mensaje que subyace debajo del caos que se desata en pos de la libertad es, sin duda alguna, muy real.
La otra parte, claro, es la diversión inherente al videojuego, un concepto que Far Cry 6 abraza sin tapujos y que, vaya por delante, borda como ninguna otra entrega de la franquicia. Pero no nos adelantemos dejándonos llevar por una gigantesca ola de caos guerrillero, que tenemos que darle un mínimo de estructura a este texto. Más o menos como la que tiene la Gloriosa Isla De Yara, Zafiro del Caribe – me lo he inventado -, que será donde acabará nuestro protagonista tras un infructuoso intento de escape a, cómo no, Miami y el Sueño Americano. Huérfano, herido y con nuestros amigos asesinados por el régimen de Antón Castillo, El León De Yara – este sólo se lo ha inventado el Ministerio de Propaganda -, no nos quedará más remedio que recurrir a la Viva Libertad, guerrilla que nos ayudará a cambio de cumplir un par de encargos. Como era de esperar, la cosa no se quedará en un par de entregas y pronto nos veremos estudiando un mapa que dividirá la isla de Yara en cómodos – y gigantescos – sectores llenos de facciones locales, objetivos, dictadores de medio pelo, villanos que tendremos que derrotar y añejos revolucionarios dispuestos a volver a las armas que uniremos a nuestra causa.