Análisis de Final Fantasy VII Remake

¿Habéis visto Once Upon a Time in Hollywood? Si la respuesta es negativa, no pasa nada; básicamente, se trata de una película del año pasado que narra en detalle los acontecimientos que precedieron a un asesinato muy sonado dentro del mundo del cine y realizado por la familia de Charles Manson. A mí me encantó, y horrorizó a otros tantos, e independientemente de eso creo que resalta en ella una peculiaridad: que es de los pocos artefactos narrativos recientes que se me ocurren que están hechos para que saber exactamente qué es lo que va a ocurrir juegue a favor del espectador y no en su contra. La película llena con su reinterpretación unos acontecimientos complejos, que han sido narrados de maneras diversas, se deja juguetear con las incongruencias, los vacíos lógicos y las preguntas, y la forma óptima de verla, diría yo, era yendo al cine con la historia un poco sabida, para poder permitirnos fijarnos en los detalles, en los guiños y también en las pequeñas digresiones. Nunca me habría esperado empezar un análisis de un Final Fantasy hablando de una película de Quentin Tarantino; pero, para ser honestos, tampoco me imaginaba que en el año de nuestro señor 2020 – raro, extraño, complejo 2020 – iba a poder pronunciar las palabras «he jugado al remake de Final Fantasy 7» sin estar tirándome un farol. Han pasado ya años desde que a aquel E3 de 2015 se le ocurrió la idea de lanzarnos encima un pequeño teaser en el que el héroe de pelo rubio, que hacía ya dos décadas que se había convertido en historia viva de los videojuegos, caminaba de espaldas; apenas un puñado de segundos de duración en los que al mundo se le puso la piel de gallina. Desde entonces también han transcurrido muchos retrasos, rumores de problemas de desarrollo, comienzos desde cero y especulaciones sobre si al final saldría algún día.

Pero al final salió. Y, a lo que yo venía, existe una cierta incertidumbre a la hora de hablar de este juego. Pasa en cierta medida con todos los remakes, creo, pero es especialmente intenso en este caso porque el Final Fantasy VII original contiene lo que vendría a ser la versión del mundo de los videojuegos de aquello de «en ocasiones veo muertos.» La prensa y los jugadores no saben, no sabemos si podemos hablar de un juego tan importante y tan comentado como si su trama se la supiese ya todo el mundo o si deberíamos callarnos detalles sobre los que llevamos infinito tiempo bromeando abiertamente en foros y demás lugares de discusión. Porque es cierto que ha pasado un tiempo bastante largo desde entonces y es bastante probable que muchos de quienes se acerquen a este título no hayan jugado el original ni de rebote. Ni siquiera habrían nacido, muchos de ellos; para que os sirva de contexto, supongo, os digo que apenas sí había nacido yo.

Las primeras horas de Final Fantasy VII Remake me despejan estas dudas. No voy a desvelar de qué hablo, ni aunque crea que prácticamente todos lo sabréis ya, porque odiaría condicionarle la experiencia a alguien aunque fuese sin querer; pero, si queréis mi opinión, incluso en caso de hacerlo os estaría haciendo un favor. Porque este remake, como la obra de Tarantino, puede entenderse y disfrutarse sin conocimiento previo de su historia, por supuesto, pero en todo momento tiene en mente el público que sí se sabe al dedillo quién hizo qué y qué causó que esto otro saliese mal. Es a partir de ahí donde el juego se concede libertades para reinterpretar escenas, personajes, localizaciones y otros pequeños detalles; a veces con pulso quirúrgico y respeto reverencial, y a veces de forma mucho más libre. Allá donde se separa un poco más del guión original, en los momentos en los que el juego inventa y cambia, siempre es para añadir y nunca para quitar, y me extrañaría, francamente, que alguien no encontrase aquí el momento exacto en el que se reproduce su momento favorito o su diálogo más recordado. La sensación constante es la de que hay alguien llevándonos de la mano todo el rato, detrás de cada acontecimiento importante, asegurándonos que entiende perfectamente lo que esta historia significa para nosotros, y que no tenemos que preocuparnos por si va a romperse. Muy pronto aprendemos a dejar atrás la desconfianza y entender que podemos dejarnos llevar; que ningún detalle de este remake está hecho con nada más que mimo y amor.

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