Análisis de Necrobarista

Hace más de cuatro años que dejé la universidad, pero muchos de mis compañeros todavía recuerdan un aspecto de mi horario: a las 10:30 dejaba lo que tuviese entre manos, aunque el profesor estuviese en mitad de una presentación, y me marchaba a tomarme un café con leche de la máquina. Con el tiempo me he dado cuenta de que lo que más me gusta del café no es tanto el sabor ni su contenido en cafeína (sospecho que hace años que no me hace ningún efecto), como su componente ritual y social: me gusta la forma en que me ayuda a desconectar, el ritmo pausado que exige mientras se enfría y sobre todo, las conversaciones que alienta, quizá el aspecto que mejor ha capturado el juego que nos ocupa.

Necrobarista es una visual novel ambientada en una cafetería de Melbourne: La Terminal. No es, sin embargo, un local cualquiera: allí pueden acudir los muertos y comunicarse con los vivos durante sus últimas veinticuatro horas antes de pasar al otro lado. Maddy, dueña y camarera del local, trata de sortear sus deudas con el Consejo de la Muerte mientras sirve bebidas y reconforta a los fallecidos antes de su inminente desaparición.

La trama no se aleja demasiado de los responsables de la cafetería: Maddy tiene la ayuda del veterano nigromante Chay y la revoltosa inventora adolescente Ashley en sus disputas con el representante del Consejo: nada menos que el conocido criminal australiano Ned Kelly. La llegada de Kishan, recién fallecido, les forzará a abrir conversaciones que llevaban tiempo posponiéndose. Quizá la descripción haga pensar en una historia sombría, pero nada más lejos de la realidad: Necrobarista apuesta por una ligereza que le permite entrar a hablar del peso de seguir adelante sin nuestros seres queridos sin buscar la lágrima fácil.

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