Análisis de Pikmin 4 – La quintaesencia del diseño de Nintendo

“Coger una cosa y llevarla a su sitio” no suena como una premisa demasiado emocionante; es, de hecho, algo que hacemos en numerosas ocasiones, casi sin pensarlo, durante nuestra vida diaria. Sin embargo, es la piedra angular sobre la que se sustenta el bucle jugable de Pikmin, una de las sagas más peculiares de Nintendo. Con su publicación irregular – cinco juegos en un lapso de dos décadas – y sus cifras de venta más modestas, está claro que las pequeñas plantitas de colores de Shigeru Miyamoto nunca han llegado a ser tan populares como Mario, Kirby, Link o cualquiera de los otros personajes icónicos de la franquicia. Sin embargo, quienes disfrutamos de ella la defendemos con ganas. Pikmin 4 es un juego que pone mucha atención en lo que nos gusta de la saga a los que ya somos fans, a los motivos por los cuales la seguimos defendiendo como algo genuino y bello, incluso después de tantos años; y precisamente por eso, es una manera perfecta de que quien no la haya jugado nunca, quien sienta curiosidad por el concepto, se acerque a Pikmin por primera vez.

Pikmin 4 es el juego definitivo, el más amplio, el más completo, y desarrolla mejor y de forma más extensa las ideas y mecánicas que siempre han acompañado a la serie desde su primera entrega de GameCube. También es un juego notablemente más extenso: quienes estéis acostumbrados a la longitud de las entregas originales, fácilmente acabables en ocho o nueve horas, os sorprenderéis cuando descubráis que llegar a los créditos cuesta casi el doble de tiempo, y que después de éstos nos encontraremos con contenido extra y un post-game que, si queremos exprimir al máximo, podría ocuparnos otro par de decenas de horas más. Sin embargo, la mayor extensión no se hace pesada, ni siquiera se siente alargada artificialmente, porque la verdadera magia del juego es como consigue atraparnos con su diseño y que siempre queramos continuar un poquito más.

La premisa de esta entrega gira, como muchas de las anteriores, alrededor de las desventuras del Capitán Olimar, el protagonista del primer juego de 2001. Olimar, para variar, ha tenido problemas con su nave y ha tenido que realizar un aterrizaje forzoso en la Tierra. Una brigada de rescate intergaláctica recibe su señal de emergencia y se dispone a rescatarlo, pero su nave también sufre un accidente y toda su tripulación queda, también, desperdigada por el planeta. Nosotros interpretamos a una cadete de esta organización que tendrá que, primero, recuperar al equipo capaz de tripular la nave y, después, explorar las inmediaciones en busca del Capitán Olimar. Por suerte, unas misteriosas criaturas, los Pikmin, y nuestro fiel perrito, Ochin, parecen dispuestos a ayudarnos en todo momento.

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