Análisis de Signs of the Sojourner – Todas las complejidades de la comunicación humana en cuatro símbolos

Alguien viene a contarte que ha sucedido algo terrible, y no sabes exactamente qué decirle. Se te ocurren muchas cosas, pero ninguna parece apropiada; y, de todos modos, tampoco parece que haya nada que puedas contestar que vaya a servirle. Hablas con un viejo amigo, y te das cuenta, poco a poco, de que ya no sois las mismas personas que cuando érais niños: vuestros idiomas se distancian, vuestros puntos de contacto se diluyen, los de conflicto aumentan. Te encuentras a un desconocido, y sin darte cuenta la charla fluye perfectamente, como si os conocieseis de toda la vida; en un intercambio aparentemente trivial, acabas virtiendo un poquito de ti y recibiendo un poquito de él. La magia de Signs of the Sojourner no está en que sepa entender que estas situaciones existen, sino la maestría con la cual es capaz de transmitirlas, de hacer que sintamos como nos están sucediendo, a través de unas mecánicas extraordinariamente sencillas.

Signs of the Sojourner es la historia de un personaje cuya madre ha fallecido recientemente, y que se queda a cargo de la tienda familiar. Procede de un pueblo muy pequeño y muy dependiente del comercio, así que el fracaso del establecimiento acabaría suponiendo, a la larga, menos visitantes para sustentar la economía de la zona. Así que, para intentar salvar la situación, nos atamos la manta a la cabeza y nos vamos de viaje por las localidades de nuestro alrededor, en busca de productos para vender en el comercio. Nuestro mejor amigo de infancia se queda en el pueblo, regentando la tienda y viendo cómo la vida en la aldea no pasa por su mejor momento.

Nos unimos a un convoy de mercantes, que nos irá guiando por la zona; pronto descubriremos nuestras propias paradas y nuestras propias rutas. Podemos seguir el camino predeterminado de este convoy o simplemente buscar nuestro camino, aún a riesgo de quedarnos atrás. En cada parada que hagamos habrá distintas personas con las que podremos conversar: a veces son otros comerciantes dispuestos a ofrecernos sus productos, pero otras veces simplemente son los lugareños, que nos cuentan más sobre la zona o sobre su historia.

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