La política de Death Stranding

Todos los videojuegos son políticos, incluso si algunos lo son más que otros. Eso es algo evidente cuando jugamos a Death Stranding, no solo porque Hideo Kojima haya demostrado en numerosas ocasiones que sus simpatías basculan a la izquierda, sino porque, también, este juego en particular caería del lado de los que lo son más que la media. Por eso, porque es un juego político pero no un ensayo sobre política, vamos a intentar contestar a una única pregunta sobre el mismo, ¿cuáles son las ideas políticas detrás de Death Stranding?

Para hablar de la política de Death Stranding primero debemos atender a su sistema económico. Si bien es cierto que la reducción de la política a la economía es un invento capitalista, por capitalista, nos permite dilucidar con bastante certeza si el mundo de Death Stranding comparte o no nuestros ideales y estructuras; si el dinero, la deuda y las fronteras son lo primero que se debate en el juego, entonces el temible death stranding no cambió las relaciones políticas entre individuos. Y ahí radica la primera sorpresa del juego. La sociedad post-death stranding no es capitalista, porque no hay ni intercambio monetario, ni competición entre iguales, ni, en apariencia, una idea estricta de propiedad privada.

Es en el dinero, en su ausencia, donde se hace más evidente que en Death Stranding ya no existe el capitalismo. A fin de cuentas, una sociedad donde no existe ya el concepto del dinero es una sociedad donde es imposible acumular poder a través de la riqueza, base esencial del capitalismo. Pero entonces, ¿en qué se basa la economía post-death stranding? En la libre cesión de recursos y materiales según las necesidades de cada individuo y organización.

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