
Journey to the Savage Planet empieza con una pantalla de selección en la que tenemos que elegir una imagen de perfil que nos represente. Son ocho fotos en las que aparecen personas con cardados peinados de los ochenta, un señor con un gorro de aviador y un perro.
Lógicamente, elegí al perro.
El primer juego de Typhoon Studios (y el último antes de su compra por parte de Google para Stadia) parece una de esas novelas pulp baratas de ciencia ficción de los años cuarenta que invitaban al lector a ponerse una pecera como escafandra y visitar un planeta remoto habitado por criaturas inmundas. Uno de esos cuentos de argumento simple y sugerencia nula que solo buscaban entretener con risas, miedo o provocación sin molestarse en ponerse a explicar los porqués. Y no lo digo como algo malo. Tiene esa misma presentación repleta de colores vivos y chillones y una historia que no quiere ser más que un carril de gags para centrarse en la comedia y en un ritmo ágil y desenfadado, con la exploración de un planeta remoto en el que viven aliens de anatomía inexplicable como bandera.